México

México es el país, después de España, más influyente en el mercado hispanoparlante. Establecer relaciones comerciales para el resto de las agentes de la AP con agentes del sector editorial mexicano significa un logro comercial. Pese a que México es el tercer país de la AP con más conexiones, por encima de Chile, los agentes editoriales mexicanos son los de menor accesibilidad y, por tanto, no son agentes que le sirvan al resto de agentes de la AP para facilitar conexiones. Se identificó a partir de las entrevistas que los agentes mexicanos tienen interés en consolidar sus conexiones comerciales en el mercado español y argentino, pero el resto de los países de la AP llaman en menor medida su atención.

Después de las organizaciones chilenas, el 52% de las mexicanas tienen algún vínculo a nivel internacional, pero a diferencia de las chilenas estas conexiones tienen una mayor distribución entre los agentes de la cadena y los editores no juegan un rol principal (33%). Otros de los agentes con vínculos a nivel internacional son los creadores (17%), librerías (17%) y distribuidores (8.3%). Son el Reino Unido (42%) y Argentina (36%) los países con el mayor número de conexiones, seguidos por Colombia (11%) y Chile (3%).

 

Se debe comentar que buena parte de la fortaleza el sector editorial mexicano se debe a la participación y presencia del Estado en medio de sus dinámicas, cosa que con algunas de las políticas del actual gobierno han presentado modificaciones que solo podrán ser evaluadas con el paso del tiempo, corriendo el riesgo de afectar el sector industrial que si bien es enorme, no da cuenta de procesos de apropiación de la lectura y el libro como bienes fundamentales más allá de los discursos que determinan las políticas educativas.

Panorama general del sector editorial, el libro y la lectura

De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), durante 2018 el sector cultural mexicano representó el 3.2% del PIB nacional, participación estimada en US35.3 millones de dólares, entre tanto la industria editorial explicó el 3.5% de la producción cultural con un valor estimado de US$1,2 mil millones de dólares, aproximadamente, conformada de forma primordial por la edición de libros, periódicos y revistas.

 

En general, la estructura del mercado editorial mexicano permite evidenciar dos grandes agentes, el sector público y el sector privado, donde el gobierno actúa tanto como editor como comprador. Conforme a los datos provistos por CANIEN (2018), el sector privado tuvo una producción de 131 millones de ejemplares para el año 2018, 2.6% menos que lo producido en el año 2017, mientras que el sector público produjo 169 millones, 6.3% más que en el año anterior. El 36.7% de los libros producidos por el sector privado fueron destinados a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), de ahí la importancia del papel del gobierno como comprador en la industria editorial mexicana. Según datos del CERLALC (2018), en México se registran 2 títulos por cada 10.000 habitantes, el indicador más bajo en comparación con los países de la Alianza del Pacífico, pues en Chile asciende a 4.4; Colombia, 3.8 y Perú, 2.1

 

Por otro lado, y según información publicada por CANIEN (2018), las ventas de impresos en la industria editorial ascendieron a MXN$10.584 millones, (US$529 millones de dólares), 4.5% más que la cifra alcanzada en el año 2017. Entre tanto, las ventas de material digital pasaron de MXN$147.1 (US$7.35 millones de dólares) en 2017 a MXN$195.2 millones (US$9.75 millones de dólares) durante 2018; es decir, un aumento de 32.7%. Los principales canales de distribución del sector editorial son los colegios, escuelas y universidades, quienes aportan el 36.7% de la facturación del sector (16.1% de los ejemplares vendidos), seguido por librerías con el 29.5% de la facturación y el 23.8% de los ejemplares vendidos y gobierno, quien factura cerca del 12.6% de las cifras de ventas, adquiriendo el 36.3% de los ejemplares vendidos. Estos tres clientes concentran el 78.8% de las ventas del sector y el 52.5% de los ejemplares vendidos.

 

En términos de empleabilidad, datos consolidados por la Oficina Comercial de Chile en Guadalajara –ProChile y consignados en su informe, “Estudio del Sector Editorial en México (2020), con base en información de CANIEM, sugieren que el sector editorial generó un estimado de más de 12 mil empleos directos e indirectos. Estos datos reflejan una disminución en el número de empleados contratados general del 3,1% con respecto a 2016.

 

Ahora, al observar los hábitos de lectura y teniendo en cuenta los resultados del estudio Módulo sobre Lectura (MOLEC) realizado en febrero de 2020, el 72.4% de la población de 18 y más años de edad que sabe leer y escribir tiene algún contacto con la lectura, la cual se incrementa o disminuye según el nivel de escolaridad; por ejemplo, el 90.4% de las personas con al menos un grado de educación superior se cataloga como lectora, mientras solo el 49.1% de las personas sin educación básica terminada ingresa en esta categoría. Por consiguiente, en México el grado de escolaridad está directamente relacionado con el nivel de lectura.

 

Por otro lado, el 41.1% de su población declaró leer al menos un libro al año, es decir, 4 de cada 10 personas, donde el 38.7% manifestó que lo hace por entretenimiento, el 27.1% por obligación (estudio o trabajo), el 25.5% por cultura general y el 7.4% por religión. El promedio de lectura del mexicano es de 3.4 ejemplares. Dicha encuesta también permite observar una clara preferencia por el material impreso, pues más del 83% de los encuestados manifestaron que acostumbran a leer en este formato. Ahora, si se compara la población lectora de libros, el 12.3% prefiere hacerlo en formato digital, un porcentaje que viene en aumento, puesto que en 2016 solo representaba el 7.3%

 

Ecosistema del sector editorial y tejido empresarial

 

Respecto al tejido empresarial y a los ecosistemas de apoyo, caben destacar las implicaciones que ha tenido en el sector la transformación digital. En este sentido, hace un par de décadas se anunciaba el fin del libro, consecuencia de la aparición de nuevas tecnologías y soportes para la publicación de contenidos y su lectura. Actualmente, para muchos editores y libreros, la posibilidad de vender libros, en papel o digital, a través de las redes ha sido una de las tablas de salvación en medio de la crisis y una de las formas más expeditas para superar las fronteras y circular con mayor libertad en un mercado cada vez más global, donde Amazon es el rey indiscutible.

 

Los informes internacionales indican que los grandes grupos editoriales generan entre un 60% y un 75% de las ventas digitales a través de la plataforma Amazon. Las editoriales medianas y pequeñas han mantenido a lo largo de estos cinco años un reparto más equilibrado de sus ventas digitales entre los principales canales internacionales (Amazon y Apple). Entre el 39% y 53% de las ventas digitales de las editoriales medianas y pequeñas españolas y latinoamericanas tiene lugar en Amazon, mientras que entre un 28% y 32% de las mismas se realiza en Apple; el resto de las ventas digitales está muy repartido entre los canales restantes (Casa del Libro, Gandhi, Kobo, FNAC, etc.). Las plataformas de suscripción como Scribd, Storytel, Audible, Kobo y similares se han convertido en el principal canal de venta de audiolibros en español. En segundo lugar, han situado a los canales de venta unitaria como Google Play o iTunes, y en tercer lugar a las plataformas de streaming como Spotify, Deezer y similares.

 

El Informe Bookwire 2020, por su parte, reiteró que plataformas como Amazon, Apple, Google, Kobo, entre otras, siguen siendo el principal canal de ventas para las editoriales latinoamericanas y españolas con ventas que se acercan al 79%, en tanto que las ventas derivadas de las plataformas de suscripción, tales como Scribd, Nubico, 24Symbols y Storytel llevan dos años consecutivos generando cerca del 18% de los ingresos digitales a las editoriales. Sobre la evolución de los libros electrónicos y audiolibros en América Latina y España, anota el informe, el 63% de las ventas digitales de las editoriales latinoamericanas tiene lugar en los países de América Latina, mientras que un 37% de las mismas se realiza en mercados fuera de la región: el 16% en Estados Unidos, el 14% en España, el 6% en Europa y un 1% en el resto del mundo.

 

En referencia a las ventas de contenidos digitales publicados en español, México es líder con respecto a Latinoamérica, alcanzando el 18% del total. Las plataformas de suscripción de ebooks también han experimentado un fuerte crecimiento cercano al 200%. Para el estudio se tuvo la posibilidad de dialogar con Ink-It, una distribuidora de contenidos digitales que ha tenido un comportamiento muy interesante en la región y que avanza en la implementación de prácticas como la digitalización de fondos, la agregación de contenidos y la impresión por demanda, como alternativas en un mercado que aún está en proceso de maduración.

 

Política pública y marco normativo

 

Hay una serie de instituciones públicas y privadas que están vinculadas al libro y a la lectura en México. Dentro de las últimas se destacan la CANIEM y ALMAC que, como gremios de editores y libreros, asumen respectivamente una serie de funciones al interior del sector (programas de formación y levantamiento de estadísticas) y de interlocución con lo público a diferentes niveles. Desde la realización de actividades conjuntas (como las ferias del libro), pasando por las compras públicas, hasta llegar a la discusión de políticas como la Ley política del Precio Único o la Tasa Cero para librerías.

 

El Precio Único de venta al público fue promovido en la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, sancionada el 24 de julio de 2008, y en dicha Ley este es definido como el valor de comercialización establecido libremente por el editor o importador para cada uno de sus títulos, de ahí que en su Artículo 22 consagra que: “Toda persona física o moral que edite o importe libros estará obligada a fijar un precio de venta al público para los libros que edite o importe. El editor o importador fijará libremente el precio de venta al público, que regirá como precio único”. Existirá entonces un registro en base de datos de acceso abierto donde esté disponible el listado de precios únicos (Artículo 23). Esta política de precio único supone un fin a la competencia desleal, así como una especie de protección a las librerías pequeñas, quienes no cuentan con la capacidad de realizar grandes rebajas y promociones como si lo pudiesen hacer las grandes (G&G Gestora en Comercio Exterior; Oficina Comercial de Chile en Guadalajara –Pro Chile, 2020). Hay que mencionar que, si bien la Ley establece una norma, esta no cuenta con una reglamentación e instancias de control que regulen su práctica.

 

La Ley de Fomento para la Lectura y el Libro es el instrumento normativo que sirve de base para el diseño de programas y proyectos enfocados en el estímulo a la lectura, la promoción y el fortalecimiento del sector del libro a lo largo de su cadena productiva, así como el estímulo a la formación y capacitación profesional de los diferentes actores, de manera que se fortalezca no solo el mercado local, sino que se logre posicionar una marca país a nivel internacional, esto según lo descrito en el Artículo 4 de dicha Ley. De ahí que surjan programas de fomento para el libro y la lectura, que se promueven de acuerdo con las estrategias específicas que tenga cada programa de gobierno electo.

 

Por otra parte, la Ley Federal del Derecho de Autor fue expedida el 24 de diciembre del 1996, donde se reconoce la propiedad intelectual y se dictan normas al respecto. Por ejemplo, los derechos patrimoniales tendrán una vigencia de cien años a partir de la muerte del autor, y en el caso de que la obra pertenezca a varios coautores, serán los mismos cien años, después de la muerte del último (Artículo 29). En cuanto a la penalización de la piratería en México, la Ley Federal de Derechos de Autor en su Artículo 231 lista las conductas en materia de comercio que serán objeto de sanción, toda vez que atentan contra los derechos de propiedad intelectual, mientras que en el Artículo 232, dispone las cuantías o multas a pagar por cometer tales infracciones, estas cuantías oscilan entre quinientos y cuarenta mil días de salario mínimo según sea el caso.

 

A su vez, el Estado mexicano tiene un complejo sistema burocrático que desde diferentes puntos asume esa interlocución o el desarrollo de acciones específicas. En principio era la Secretaría de Educación Pública el órgano en el que se concentraba todo este sistema de dependencias y desde la cual se adelantaron todas las acciones en relación con el libro y la lectura, hasta que en 2015 se crea la Secretaría de Cultura como entidad autónoma que asume muchas de estas funciones. Esta reestructuración ha sido motivo de diferentes debates y ajustes que se siguen dando en la actualidad. Ahora, la importancia de la participación del Estado en la industria del libro radica, principalmente, en que el libro de texto para los estudiantes del sistema público, en todos sus niveles, es gratuito y brindado por el Estado, razón por la cual es el principal comprador y productor de este material en cabeza de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), el organismo público descentralizado, encargado de adquirir o producir todo el material necesario para este tipo de dotación que es cercano al 40% de la producción de la industria editorial.

 

Volviendo a las transformaciones y evolución del aparato estatal mexicano, se debe mencionar nuevamente al FCE como actor destacado, y polémico, dentro de la actual administración, debido a que la que fuera pensada como una empresa editorial está en proceso de absorber la estructura de Educal (entidad paraestatal responsable de la comercialización de material bibliográfico que compone una red de librerías de alcance nacional) y varias de las funciones que tenía la Dirección de Publicaciones, entidad que a través de programas de coedición se vinculaba con editoriales privadas.

 

Finalmente, es necesario mencionar a las bibliotecas públicas, debido a que en México existe una por cada 15.000 habitantes. Según datos de 2019, solo el 10% de la población alfabetizada registró asistencia a alguna biblioteca para el préstamo de materiales de lectura. La Red Nacional de Bibliotecas Públicas, por su parte, es el sistema (dependiente de la Dirección General de Bibliotecas) que opera actualmente 7.464 bibliotecas públicas que se encuentran establecidas en 2.282 municipios, que equivalen al 93,2% del total existente en el país y proporciona servicios bibliotecarios gratuitos a más de 30 millones de usuarios anuales, lo cual la convierte en un comprador cada vez más atractivo para las editoriales cuyos contenidos responden a los intereses y necesidades de esta entidad

 

Comportamiento del comercio internacional del sector editorial

 

México es, por mucho, el mercado más grande a nivel latinoamericano en cuanto a transacciones de bienes culturales se refiere, lo que justifica parcialmente que su industria editorial también lo sea. Adicionalmente, es el segundo país más importante del mundo respecto a publicaciones en idioma español, después de España. En términos de comercio internacional, conforme a datos publicados por la UNESCO (2020), la industria editorial mexicana exportó al mundo cerca de 150 millones de dólares en el año 2018, e importó aproximadamente 357 millones, es decir que, por cada dólar exportado, la industria importaba 2.4 dólares, conllevando a una balanza comercial deficitaria que se extendió con el mismo comportamiento a lo largo de la década 2008-2018 (Gráfico 6). En ese periodo, si bien la balanza comercial parece relativamente estable, al contrastar el año 2008 con 2018, es posible ver una contracción en los valores de comercio tanto en las exportaciones como en las importaciones, a escalas del 29% y 27%, respectivamente.

 

Al considerar la relevancia del comercio internacional de México a escala global, vale mencionar que este significa el 0.7% de las exportaciones mundiales de la industria editorial y el 1.8% de las importaciones, participaciones que permanecieron relativamente constantes a lo largo de la década 2008-2018 (UNESCO, 2020). En contraste con los países hispanohablantes, en 2018 la industria editorial mexicana tuvo una participación del 16% a nivel de exportaciones, mientras que en el caso de las importaciones éstas ascendieron al 28%, y en comparación con los países de la Alianza del Pacifico, la representatividad fue del 69% y 65%, respectivamente. Lo anterior permite evidenciar que es precisamente México el mercado más grande, en términos comerciales, en este bloque económico (UNESCO, 2020).

 

Gráfico 6. Evolución del comercio internacional de la industria editorial en México, 2008-2018

Fuente: Elaboración propia con datos de UNESCO (2020).

Ahora, en cuanto a las exportaciones de esta industria direccionadas al bloque de la Alianza del Pacifico, cabe mencionar que estas han permanecido relativamente constantes en términos de participación sobre sus exportaciones totales, con un nivel cercano al 3%, no así a nivel de valor de comercio, pues no es ajeno a las bajas que por este concepto ha surtido la industria en general, pasando de exportar 34.3 millones de dólares en 2008 a exportar solo 22.4 millones en lo corrido de 2018. En el caso de las importaciones, cuyo origen son los países de la AP, estas han tendido a la baja durante el periodo observado, pasando de representar el 7% en 2008 a solo el 2% en el año 2018, con unos volúmenes comerciales que descendieron de 36.5 millones de dólares a 5.4 millones en los mismos años. Hay que mencionar el papel destacado que en esta función desempeña el Fondo de Cultura Económico (FCE).

 

Estrategias de internacionalización del sector

 

Hasta el año 2018, la política pública de internacionalización de la industria editorial mexicana era ejecutada por la Dirección General de Publicaciones en asocio con ProMéxico; no obstante, tras la disolución de este último, México hoy carece de una política clara para la internacionalización de este sector, que hasta entonces se caracterizaba por el apoyo continuo a editores con el fin de que se vincularan presencialmente a la serie de ferias de libro internacionales que eran negociadas desde la Dirección General de Publicaciones, presencia que sin duda se ha visto reducida ante la falta de acuerdos con el Estado y, por consiguiente, con la ausencia de financiación (CERLALC, 2020).

 

Otra iniciativa de internacionalización del sector editorial está basada en el programa ProTrad, una acción conjunta entre la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Relaciones Exteriores con la cual se apoya la traducción de libros, tanto hacia afuera como hacia adentro; es decir, siempre que una editorial nacional quiera traducir una de sus publicaciones a otro idioma como que una editorial extranjera esté interesada en traducir obras de autores mexicanos al idioma español. Este programa no solo incluye traducción, sino que también financia derechos de autor, de imágenes y costos de publicación, siempre que el costo de traducción supere el 30% de los montos solicitados (CERLALC, 2020).

 

La formación y la capacitación de los diversos actores de la industria editorial también es un elemento fundamental para buscar su internacionalización, de ahí que Editamos, el Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial, adscrito a la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, tenga ofertas específicas que van desde conferencias hasta diplomados y los costos están sujetos a si se es o no afiliado a la Cámara (CERLALC, 2020). Asimismo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es quizá la plataforma más importante para la internacionalización de las publicaciones mexicanas, dado su alto potencial para concretar acuerdos comerciales y profesionalizar la cadena productiva, lo cual es el resultado de una esfuerzo e inversión de largo plazo, logrando gran relevancia en el sector, en comparación con ferias de talla como Liber y la Feria del Libro de Buenos Aires (CERLALC, 2020).

 

Por otro lado, la participación del país en una serie de eventos de talla mundial, donde ha destacado como país invitado, como la Feria Internacional de Frankfurt (1992), Filbo (1993), BookExpo America (2013), Londres (2015) y Montreal (2016), por mencionar algunas, ha sido un importante instrumento de internacionalización, que en su momento fue coordinado, gestionado y financiado desde el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, luego Secretaría de Cultura (2015), en asocio con la Secretaría de Relaciones Exteriores. Aquí el Fondo de Cultura Económica, que se caracteriza por ser uno de los sellos más grandes y conocidos, y que además posee la particularidad de pertenecer al Estado, también jugó un rol fundamental no solo como editor, sino como financiador, al tiempo que permitió estrechar las relaciones público-privadas. Sin embargo, y a pesar de estos avances, la falta de continuidad de las políticas, de las estrategias y proyectos a largo plazo son unos de los principales problemas observados en la industria editorial. (CERLALC,2020).

Fuente principal: (CERLALC, 2020).

 

Caracterización de agentes de la cadena del libro y su rol en la circulación del libro 1

• Agentes literarios:

 

Este rol, aunque muy necesario, resulta novedoso aún para un escenario como el mexicano. El agente literario surge en mercados más consolidados como un mediador y garante entre el autor y las editoriales, así como un validador de consumo donde se puedan potenciar las ventas de sus obras. Hay que anotar, también, que su papel tiene que ver con la ampliación de mercados y la búsqueda de nuevos territorios que impulsen la circulación y consumo de un autor o una obra determinada, gracias a su red de contactos que se pone en juego, especialmente, durante las ferias y salones en los que hay posibilidad de compra y venta de derechos, y en el seguimiento permanente a la evolución del comportamiento de esas negociaciones.

 

Por esta razón, no son muchos los agentes literarios afincados en México. La gran mayoría de las agencias internacionales están ubicadas en España, país que funciona como puente con el mayor mercado en español y como vitrina para otros territorios. Aun así, hay portafolios de agentes internacionales que intentan ganar espacios en el mercado latinoamericano o que miran con interés mercados como el asiático, como alternativa para la circulación de los autores locales. Para el caso de agentes mexicanos se destacan las agencias VF Agencia Literaria, con un catálogo de autores principalmente locales, y VicLit, establecida en Barcelona, con una lista de diversos autores latinoamericanos. También hay que mencionar agencias de diferentes orígenes y localizaciones que trabajan con producción literaria mexicana como Indent, afincada en Nueva York, que maneja una generación emergente de autores mexicanos o radicados en México con muy buena proyección internacional, y otras con una trayectoria más amplia y autores más reconocidos como Casanovas y Lynch, CBQ, Antonia Kerrigan, Schavelzon Graham, hasta llegar a la legendaria Agencia Literaria Carmen Balcells.

 

Son precisamente estos autores los que mayoritariamente tienen presencia en mercados de tipo global. Desde los que estuvieron asociados al Boom como Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, hasta generaciones más cercanas en las que se destacan: Élmer Mendoza, Juan Villoro, Jorge Volpi, Guillermo Arriaga, Cristina Rivera Garza, Fabio Morábito, Valeria Luiselli, Eduardo Rabassa, Jasmina Barrera, entre otros. Sea en editoriales transnacionales o de pequeño y mediano tamaño, y también gracias a diferentes espacios de validación como los premios, las listas, la participación en ferias y festivales.

 

Para finalizar, no se puede dejar de mencionar el trabajo de Base Tres, fundada por Verónica Mendoza y Pablo de la Vega, quienes después de un destacado trabajo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, además de proyectos de consultoría, representa a editoriales infantiles y juveniles latinoamericanas como Babel Libros (Colombia), Cidcli (México), y a autores como Ana María Machado (Brasil) o Ivar da Coll (Colombia).

• Editoriales:

 

Lo editorial se puede definir en función del proceso conceptual, estratégico, técnico, financiero y comercial que opera sobre un texto o un contenido, para llegar a un lector quien es el consumidor final. En este análisis se asumió como eje central el libro, entendido tradicionalmente como el objeto de papel que contiene un mensaje de la naturaleza que sea, pero no se limita a él. De hecho, cada vez es menor la disputa entre los soportes posibles: tanto lo impreso como lo digital y otras modalidades (audiolibros, podcast, producciones audiovisuales de diverso tipo) se han asumido como mecanismos válidos para llegar a un público, y en la gran mayoría de los casos consultados, hay una conciencia sobre la importancia de diversificar soportes, más aún, al considerar las implicaciones del COVID 19 en la dinámica habitual del comercio del libro.

Este estudio se concentró en la producción de libros de interés general e involucra el libro científico, técnico y profesional.  Esta aclaración sirve para señalar que no se profundizó en los libros religiosos y en los didácticos o de texto, pese a su incidencia en el mercado mexicano, ya que de tiempo atrás estos han establecido canales directos de comercialización y consumo que requerirían otro tipo de aproximación.

 

Parte del trabajo de un editor está en la construcción de un catálogo, un nicho, un área de interés que define y hacia la cual orienta sus esfuerzos para alcanzar la mayor ventaja posible de las obras que produce. En la construcción del catálogo intervienen diferentes aspectos que van desde las afinidades, simpatías y antipatías políticas y/o estéticas, concepciones del mundo, capital social y recursos financieros, modelos de negocios específicos, alternativos o el desarrollo de múltiples funciones según cada caso, que definen la manera de circulación de sus productos. Esto se aplica a cada uno de los tipos de editorial que encontramos y que se pueden agrupar de la siguiente manera: editoriales estatales, transnacionales, universitarias o institucionales, medianas, pequeñas o emergentes. Todo esto también incide en detalles, para nada menores, como el tipo de autores y obras publicados, el tiraje, el tipo de distribución, sus canales de venta, la participación en ferias y otros espacios comerciales y de consumo, así como, cada vez más, su capacidad de dialogar con un público y construir comunidades desde plataformas alternativas y las redes sociales.

 

A lo largo de toda Latinoamérica hay una disputa entre dos gigantes que son Planeta y Penguin Random House. Durante los últimos veinte años estas dos empresas han ido absorbiendo diferentes sellos y afianzando una posición dominante en cada país del continente. Estos grandes grupos económicos transnacionales suelen acompañar su producción editorial de una fuerte exposición mediática, un posicionamiento de autores, una presencia destacada en puntos de ventas, participaciones en ferias del libro con despliegues masivos y una concentración, a pesar de sus numerosos sellos, en aquello que es el núcleo del consumo mexicano: libros de coyuntura, no ficción, la autoayuda y la novela histórica, que dependen, precisamente, de estructuras potentes y con alto impacto comercial. Con características similares, pero a otra escala, encontramos editoriales como Océano y Siglo XXI, SM (especializada en texto y literatura infantil), Castillo (también en la edición educativa y sello con el que MacMillan asegura una participación en el mercado mexicano) que tuvieron su origen en España y desde hace años han tenido sus ojos y acciones puestas en Latinoamérica.

 

Entre las editoriales medianas se destacan proyectos con una amplia trayectoria como Era (1960), Cal y arena (1981), Trilce (1991), Sexto piso (2002) y Almadía (2005), estas tres últimas entrevistadas, en las que se evidencian lógicas de articulación con proyectos paralelos de exploración de formatos y plataformas como programas de televisión, exposiciones, la incursión en las distribución de fondos locales y extranjeros, la vinculación en festivales y ferias locales, así como la ampliación a un catálogo internacional que ha permitido que algunos autores latinoamericanos tengan presencia en el mercado mexicano y que tengan, además, un lugar destacado en otros mercados como el caso de Sexto Piso, que además de tener una sede en España es la única editorial con presencia en todos los países de la Alianza del Pacífico.

 

Hay que mencionar otra camada de editoriales más recientes y de menor tamaño que operan con otro tipo de lógicas y a una escala mucho más reducida como: Elefanta (2011), La Cifra (2012), Impronta (2014), Antílope (2015), Dharma Books (2016) o Perla Ediciones (2020). Algunas de estas, como Elefanta e Impronta, han abierto librerías o espacios que les permiten articular otras facetas o eslabones de la producción editorial y que están en proceso de ampliar sus mercados, pero a través de estrategias como la coedición y, poco a poco, la producción y comercialización digital de sus obras. En todos los casos mencionados hay una búsqueda del nicho, de concentración en géneros como la literatura, el ensayo, la literatura infantil (en menor manera), y de apuesta por autores que con el paso de los años suelen pasar a integrar las listas de las grandes casas editoriales como el caso de Emiliano Monge, Fernanda Melchor, u otros que deciden conservar su lugar en el circuito independiente.

 

Con respecto a la edición universitaria en México, hay que mencionar que tiene un papel muy importante en la industria editorial del país, con una presencia de cerca del 20% del total de las publicaciones anuales con ISBN. Cerca de cinco mil títulos nuevos salen de las universidades y cerca del 50% provienen de la universidad de la nación, es decir, la UNAM. Sin embargo, la participación de estas en el circuito comercial es muy baja, debido a la falta de mecanismos de distribución, a la poca presencia en las grandes cadenas de librerías y a una pobre red de librerías universitarias que contrastan con iniciativas como las nueve librerías de la UNAM, la librería Carlos Fuentes de la Universidad de Guadalajara o la Universidad de Nuevo León. También hay un aspecto a resaltar, y son las compras de las bibliotecas universitarias que consumen este tipo de producción y la cercanía de muchos centros de estudio con la realización de ferias del libro como es el caso de Minería, FILUNI, la Feria del libro de Monterrey, Xalapa y otras de menor tamaño. También hay que mencionar que este tipo de editoriales no están condicionadas a la venta de libros para garantizar sus recursos y subsistencia. Tanto en México, como en casi toda Latinoamérica, la edición universitaria hace parte de la búsqueda de la difusión del conocimiento, producto de cada una de las instituciones y sus gastos suelen ser absorbidos por la estructura general de cada universidad. Un caso aparte es el Fondo de Cultura Económica, editorial estatal de gran importancia, que se abordará en el apartado de librerías e institucional.

• Distribuidores:

 

Establecer relaciones comerciales con actores del sector editorial mexicano significa un logro comercial para el resto de las empresas del sector de la AP, quienes consideran que el mercado mexicano, por su tamaño y variedad, ofrece oportunidades para expandir la oferta y consolidar negocios editoriales. Esto sin duda alguna se refleja en el campo de la distribución, México tiene una importante cantidad y variedad de distribuidoras que responden a las diferentes redes y escalas del sector editorial mexicano e hispanoparlante. Por esto, en el ecosistema mexicano se encuentran distribuidoras de todos los tipos y con diversidad de modelos de negocio y estrategias que atienden las necesidades de las editoriales globales.  Como el resto de los países de la región, adicional a las transnacionales que distribuyen sus contenidos, el país cuenta con distribuidoras que importan fondos de España, Argentina y en menor medida del resto de Latinoamérica, como es el caso de Océano y Colofón.

 

En el segmento de medianas empresas en México hay una variedad mucho más amplia y de mayor trayectoria que en el resto de los países de la AP, que responden a distintos intereses estéticos y económicos. Se destacan empresas que, al igual que en el caso colombiano, iniciaron sus actividades en el sector como editores y posteriormente incursionaron como distribuidores para viabilizar su oferta en el mercado local e internacional. Un ejemplo es Sexto Piso, fundada en 2002 en México (en 2005 abrió su filial en España), consolidó un catálogo de títulos que rápidamente llamó la atención del sector y se enfrentó a las dificultades de la distribución en México, razón por la cual muy pronto la editorial empezó a hacer su propia distribución. Al asumir esta actividad se triplicaron los cortes, hubo mucho más flujo y espacios de exhibición y permitió conformar la distribuidora (2008), señala uno de sus socios.  Una experiencia similar, es la de Almadía, que realiza su propia distribución esto le ha permitido tener una presencia destacada en las diferentes cadenas de librerías y en los espacios independientes en el mercado local. Han tenido la experiencia de distribuir sellos de la AP, lo que consideran una tarea difícil por el intenso trabajo que requieren para la colocación y divulgación.

 

Otras distribuidoras de menor tamaño, que se dedican exclusivamente a esta labor, tienen un modelo que integra la prestación de servicios a la medida de las editoriales. Este es el caso de Omniprom, una empresa con once años de antigüedad, que nace por la necesidad de optimizar los procesos logísticos para disminuir los costos, con el principal objetivo de que el precio del libro no supere el del país de origen. Para esto se han desarrollado diversas estrategias, como la impresión en el lugar de destino. En un principio, la apuesta era que el precio bajará por el volumen de libros que se importaran, pero en el camino los costos de impresión en México fueron disminuyendo y se fueron acercando a los precios que ofrecía la industria española, por lo que los editores prefirieron imprimir en México.  Otra estrategia es la de la impresión bajo demanda, en la que Solar Ediciones (1985), ha sido pionero en la incorporación de la tecnología de impresión digital en México. Al respecto, el entrevistado considera que la circulación de los libros entre los países de la AP siempre ha sido compleja, pero la impresión por demanda puede ser una solución sobre todo para las editoriales “independientes” y para impulsar la ampliación del catálogo disponible en todos los países.

 

También se evidencia la existencia de procesos de distribución de menor escala y por tanto, con mayor focalización en un tipo característico de producción local que tiene cabida en un nicho editorial al que le presta el servicio de distribución, como el caso de Fauna. En este grupo también están experiencias como la de La Cifra que tienen un enfoque hacia la novela gráfica y una apuesta a la compra de derechos; y la Tabaquería que nació con el objetivo de hacer una comercializadora especializada en editoriales independientes mexicanas, pero traen libros de Argentina y España, principalmente, y de otros países como Bolivia, Colombia y Chile. Tratan de manejar una relación estrecha con las editoriales, sus catálogos y los títulos, para establecer comunicación más fluida desde la distribuidora hacia el editor, las librerías, las bibliotecas y los lectores que ven en las ferias.

 

Las distribuidoras que tienen relaciones internacionales, sin importar el tamaño, señalan que corren riesgos como el de negociar en moneda extranjera con fluctuaciones de precios que son difíciles de estimar, unos altos precios de transporte y la dificultad de crear un público para este tipo de sellos, lo cual ha señalado la pertinencia de la impresión local para ser más competitivo. 2

 

Pero, si bien los aspectos señalados los consideran relevantes, fue generalizado que los entrevistados mencionaron que uno de los principales factores de riesgo está asociados a las demoras que tienen las cadenas de pagos en el sector. En México un 90% de lo que se vende, se maneja por consignación con derecho a devolución; de tal manera, cuando las librerías, especialmente las cadenas, realizan las devoluciones, el distribuidor recibe en sus bodegas todo el producto que no se vendió y que resulta muy difícil de recolocar debido al ritmo constante de las novedades. Los entrevistados señalan, que podría reducirse la incertidumbre, con sistemas muy dinámicos de información y divulgación para ajustarse a los tiempos de las consignaciones, pagos y devoluciones. A esto se suma que durante la pandemia muchas cadenas tuvieron que cerrar y su venta se vio afectada considerablemente, lo cual se manifestó en una ralentización de los pagos y demás procesos relacionados.

 

 Otro efecto de la pandemia que debe señalarse es que, ante el cierre de canales, tanto editores como distribuidores se vieron obligados a realizar ventas directas desde sus propias páginas en busca de un mayor flujo de dinero, cosa que en efecto permitió captar ventas, pero también alteró la relación con las librerías que no podían sostener ciertos márgenes de descuentos que también fueron usados para ganar compradores.

• Librerías:

 

La composición del mercado en México es, por su tamaño, el más complejo de todos los países de la Alianza. Y no es para menos cuando su población, cercana a los 130 millones de habitantes, supera la sumatoria de los censos de los otros tres países. Lo mismo sucede con la extensión de su territorio, que enfrentado a unos bajos índices de lectura demuestran que estamos ante un mercado aún inmaduro frente a las posibilidades que representa. Esta situación, además de otras lógicas, encontró como respuesta, durante muchos años, el desarrollo de una modelo expansivo, no necesariamente especializado, cuyo mejor ejemplo es Sansborns, que de lejos es el principal cliente de las grandes editoriales en México con 439 puntos de venta en toda la República, sin ser una librería, ya que por definición es una tienda por departamentos, que apuesta por una exhibición de libros reducida y un contenido de alta rotación como bestsellers y novedades que, se puede decir, son coto exclusivo de las dos grandes editoriales transnacionales presentes en la Alianza y toda Latinoamérica: Planeta y PRH.

 

En un segundo nivel, que no por eso es menor, se encuentra el modelo de la cadena de librerías donde Porrúa y Gandhi son las estructuras de mayores dimensiones y alcance en todo el país. A pesar de combinar otro tipo de productos son esencialmente librerías con una oferta de alta rotación y fondo de venta constante. Estas empresas que mantienen la lógica de empresa familiar suman algo más de 100 librerías en toda la República. 3 En una menor escala, pero con el mismo ADN tenemos otra serie de empresas como Librerías Gonvill, El Sótano, Dante o La Proveedora, que suman otros 76 puntos de venta. En este grupo, la particularidad, exceptuando a El Sótano, es que se fundan en ciudades como Guadalajara, Mérida o Oaxaca, que con el tiempo han ampliado su cobertura a otras ciudades como Querétaro o Puebla, atractivas por su crecimiento o su entorno universitario.

 

Para el caso de Ciudad de México es importante destacar el modelo de Cafebrería El Péndulo que, con siete sucursales, estaría a mitad de camino entre la mediana librería de cadena y el ejercicio curatorial de las librerías independientes (su selección es muy atractiva y hace importación exclusiva de sellos españoles muy específicos), a lo que se suma el cuidado en el diseño de sus espacios y la atención de sus libreros; estar insertas en barrios con una alta vida comercial (Polanco, Condesa, Roma  y un par de centros comerciales al sur de la ciudad); combinar la venta de libros con otras fuentes de ingresos como restaurante, café, bar, venta de dvd’s, vinilos, agendas, objetos de diseño, etc. De la misma forma, hay que tener en cuenta un circuito de pequeñas librerías independientes que han surgido en sectores consolidados de la ciudad o que apuestan por zonas en proceso de gentrificación para establecer un espacio de intercambio y gestión cultural. Ejemplo de esto son U-tópicas o La Polilla, que han crecido en medio de la pandemia y han identificado las formas para construir un público de nicho, han sofisticado los mecanismos para enriquecer sus catálogos y generan actividades de forma continua para consolidarse ante una comunidad próxima. En el contexto de las librerías independientes es muy importante la creación de la Red de Librerías Independientes, RELI. Esta iniciativa que empezó a tomar cuerpo en 2019 es un síntoma claro de la necesidad de establecer modelos de gestión asociativo que permita un mayor equilibrio en el mercado del libro, que como se comentará más adelante es necesario consolidar desde la diversidad editorial y librera.

 

Además de la Ciudad de México, otro polo fundamental para el libro en México es Guadalajara, donde la Universidad de Guadalajara a través de su Feria Internacional del Libro ha logrado un reconocimiento absoluto como el escenario más importante para la industria en Latinoamérica. A esto se suma la creación de la Librería Carlos Fuentes que se ha convertido en un actor fundamental dentro del ecosistema de la región, porque ha integrado a su oferta una gran cantidad de editoriales independientes de América Latina, ha impulsado modelos innovadores de trabajo con instituciones de promoción del libro de diferentes países y ha impulsado proyectos de vinculación y formación como el Foro Internacional de Libreros que está llamado a ser el principal espacio para el intercambio de estos agentes en el hemisferio. También hay que mencionar que la sinergia de la FIL ha propiciado el surgimiento de un circuito de editoriales y librerías independientes que coexisten y se proyectan internacionalmente al desempeñar, también, el papel de anfitriones de la FIL. El mejor ejemplo es Casa Impronta que reúne editorial, taller de impresión, librería y centro cultural.

 

Caso único dentro de los modelos de librerías del ecosistema de toda la AP es el de la fusión de FCE-Educal —y también la Dirección General de Publicaciones—. Esto es la principal empresa editorial del Estado mexicano —con 8 filiales en el extranjero, entre ellas Chile, Colombia y Perú— y su propia red de librerías, 34 en total, y Educal, la cadena estatal de librerías con presencia en toda la República. La integración de estas dos entidades supone 115 puntos de exhibición de libros que responde al deseo de cobertura nacional y al enfoque de la nueva administración de hacer de México un país de lectores”. Fritz Glockner, director de Educal, plantea que este giro, además de una optimización de recursos ante la duplicación de funciones previa está acompañada de estrategias reales de acercamiento del libro a diferentes públicos y comunidades con bajo o ningún acceso al libro a través de estrategias como el bibliocamión, una flotilla de 9 vehículos completamente equipados como librerías; la relación con libreros y los procesos de formación al interior de la institución; la redefinición de los catálogos y temas que componen su oferta, así como los procesos de revisión de inventarios y bodegas donde se acumulaban millones de libros (9.500.000 ejemplares menciona Glockner) que se han integrado a campañas de venta a bajos precios, además del giro editorial marcado por Paco Ignacio Taibo II que busca producir libros populares, de bajo precio y alta calidad literaria.

 

Este tipo de acciones, al igual que todo el sector, tuvo que enfrentar el cese de actividades en la pandemia. Meses de complejidad e incertidumbre en el que la venta directa a través de plataformas digitales y la aplicación de grandes descuentos fueron parte de la estrategia para superar los meses de mayor inactividad —situación que se revela como la mejor estrategia de venta del libro en México—. 4 [2] Esto, además incrementó un tema delicado que cuando se presenta tiene un efecto dominó en los agentes de la cadena y es el retraso en los pagos.

 

Para finalizar, es necesario comentar que los diferentes modelos de librerías descritos anteriormente coexisten en medio de un ambiente que no resulta del todo armónico. En esto las instituciones gremiales como RELI, ALMAC y CANIEM, sumadas a las instancias gubernamentales están llamados a generar escenarios de construcción que hagan que las leyes establecidas sean respetadas, que las prácticas comerciales correspondan a acuerdos claros en donde, además, el beneficiado sea el lector. Esto, además en perspectiva de la Alianza del Pacífico haría posible un mercado maduro e integrado que es tan necesario.

• Ferias:

 

Las ferias son instituciones históricas en la industria editorial, desde antes que el libro fuera el libro. La existencia de la Feria del Libro de Frankfurt como la conocemos “actualmente” inicia en 1949. México, por su parte, desde tiempos prehispánicos ha hecho del comercio uno de los principales ingredientes del espacio público. El “tianguis” es un ejemplo, y para el caso de los libros hay que ver desde las ferias populares hasta la feria que se realiza en el Zócalo de CDMX. Y si bien, poco a poco la calle o la plaza ha dado paso a los recintos feriales, el principio sigue siendo el mismo: una amplia oferta, a “bajo costo” para un público mayoritario. Con el tiempo, la oferta comercial se ha complementado con actividades culturales, profesionales y procesos de formación de públicos a diferentes niveles, donde el principal referente para toda Hispanoamérica es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, iniciativa auspiciada por la Universidad de Guadalajara, que es la segunda feria más relevante en el mundo, después de Frankfurt, y que este año en medio de la incertidumbre sobre su realización como tradicionalmente se lleva a cabo recibió el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.

 

Es precisamente el principio del acceso en un territorio tan amplio y sin una fuerte red de librerías lo que ha permitido el crecimiento de este tipo de iniciativas. Hay ferias en diferentes Estados de la República, en muchos municipios. Universidades y todo tipo de instituciones convocan, desde hace mucho tiempo, a distintas actividades de este orden. Además de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tienen un lugar destacado la Feria Internacional del Libro Palacio de Minería, la Feria Internacional del Libro del Zócalo, la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), la Feria Internacional del Libro de los Universitarios (FILUNI), la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO), Feria Internacional del Libro de Yucatán (FILEY), la Feria del Libro de Monterrey, La Feria del Libro Universitario de Xalapa, para solo mencionar unas pocas. Como se dijo anteriormente, uno de los principales atractivos de las ferias está en la diferencia de precios con las librerías y que usualmente quienes llevan la oferta a estos espacios son las editoriales y distribuidoras de forma directa, lo cual permite los descuentos, genera liquidez inmediata, pero no termina consolidando espacios permanentes para el libro, precisamente por ese doble discurso que entra en conflicto: eslabones que saltan eslabones de la misma cadena.

 

A pesar de lo anterior, las ferias han sido unas de las principales perjudicadas por el COVID-19. La imposibilidad de las grandes aglomeraciones ha obligado a la cancelación de muy buena parte de la agenda de ferias en el país o a la exploración de nuevos formatos, que no necesariamente estimulan de la misma forma los intercambios comerciales, aunque sí ha permitido una oferta muy amplia de actividades culturales virtuales como conversatorios y presentaciones de libre acceso a través de la web.

1 Las entrevistas realizadas a diferentes agentes de la cadena (dieciséis en total), algunos de ellos con roles mixtos, permitieron reconocer dinámicas particulares, complementariedad de actividades y una configuración de redes en la que se confirman aspectos como: el papel determinante del Estado en la producción y el consumo editorial; una clara segmentación por “tamaño” de los agentes en la que hay un lugar destacado para las empresas transnacionales (Planeta y PRH); una centralización de la oferta editorial y librera que aumenta por la ausencia de una red amplia y competitiva de librerías que, a su vez, se explica por un bajo consumo; un circuito de ferias que dinamizan el mercado local y gracias a la FIL tienen una alta incidencia en el mercado regional y mundial, entre otras.

 

2 La diferencia de precio entre un libro importado y uno producido en México puede ser del 40% como mínimo.

 

3 Haciendo un corte en este punto del recuento hay que señalar que sumando Sansborns, Porrúa y Gandhi se tendrían algo cercano a los 450 puntos de venta en toda la República. Esta cifra determina las lógicas de producción de las empresas que dominan el mercado y que, de alguna manera, Jalonan a otro tipo de editoriales que, en el afán de cubrir ese espectro de exhibición, tienen que apostar por grandes tiradas para alcanzar una participación del mercado. Este desbalance es muy riesgoso porque, por un lado, distorsiona la realidad del mercado, debido a que la colocación no necesariamente corresponde a la venta y facturación; y segundo, porque deja de lado procesos de mediano y largo plazo como la construcción de otro tipo de audiencias.

 

4 El juego de precios elevados y descuentos es una práctica muy extendida en el mercado mexicano que distorsiona el precio del libro. En este sentido hay la Ley de Precio Único que intentaba controlar estos comportamientos ha quedado como una práctica optativa.

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