Chile

En cuanto al panorama que arroja la investigación sobre las condiciones de Chile en el marco de la Alianza del Pacífico se destaca la solidez y el amplio respaldo de la institucionalidad y las políticas públicas que lo hacen un ejemplo a seguir en la región. Además de los recursos que el gobierno chileno ha destinado al fortalecimiento del sector editorial dentro de sus diferentes estrategias, hay que mencionar la estabilidad de los procesos que han hecho madurar las instancias y formas de interlocución y trabajo con la mayoría de los distintos agentes que conforman la cadena del libro. Esto gracias a un proyecto claro y sostenido en la promoción del libro y la lectura donde la biblioteca tiene un papel central como dinamizador social y del mercado, teniendo como punta de lanza la dotación de material bibliográfico de estos espacios.

Llama la atención que, a pesar de las condiciones favorables del ecosistema, aún es un mercado pequeño y concentrado, razón por la cual se deben destinar mayores recursos en la ampliación del tejido librero y el crecimiento del consumo de libros. Un factor que debe ser tenido en cuenta para la ampliación de esa población con capacidad para acceder a la compra de estos bienes es la afectación que genera el IVA del 19% sobre el libro que marca uno de los mayores impuestos a este tipo de bienes a nivel mundial.

 

De los cuatro países que conforman la AP, a partir de la encuesta aplicada a los actores del libro, las organizaciones chilenas reportaron un porcentaje mayor de actores con vínculos internacionales, donde son principalmente los editores (72%) quienes establecen estas conexiones. Los países con los que establecen el mayor número de conexiones son China (35%), Colombia (30%), Perú (16%) y México (15%). Cabe resaltar que se les pidió a las organizaciones priorizar conexiones con países de la AP.  Este desarrollo en las capacidades de internacionalización reportadas por los agentes es consecuente con las apuestas que ha hecho la política pública en materia de internacionalización.

 

A pesar de lo anterior, su balanza comercial deficitaria y su presencia incipiente en el comercio internacional del libro del mercado hispanoparlante como exportador, obligan a buscar mecanismos de afianzamiento de las relaciones comerciales con terceros, instancias que a corto y mediano plazo permitan que el libro de origen chileno gane un espacio notorio en la oferta editorial de la región, como el aumento de estímulos a agentes extranjeros en la inversión para una circulación más fluida y constante. En este sentido, las condiciones geográficas y los costos que implican la movilidad de este material son un punto por considerar, ya que debido a la configuración de los otros mercados no siempre la venta de derechos o la impresión local son estrategias efectivas y rentables para las partes. Por el contrario, el crecimiento de las compras públicas ha hecho de Chile un destino atractivo para muchos proyectos editoriales de los otros países de la Alianza.

 

A partir de los resultados arrojados por la encuesta, la red editorial de países de la AP tiene un rol moderado. De los cuatro países es el que menor número de conexiones reportadas por los agentes de otros países tiene. Sin embargo, después de Colombia, los agentes chilenos tienen la capacidad de servir de puente entre agentes de los otros países.

 

Otro punto que merece ser mencionado es que el sector editorial chileno posee el mayor registro de títulos en la región y con mayor producción digital real, lo cual es un síntoma llamativo y podría ser un aspecto por replicar en los otros países.

Panorama general del sector editorial, el libro y la lectura

Según datos del CERLALC (2018), en Chile se registraron en 2017 6.992 títulos, un crecimiento del 39.67% en comparación con el año 2013, lo que supone un indicador de 4.4 títulos registrados por cada 10.000 habitantes, el más alto entre los países pertenecientes a la Alianza del Pacífico, puesto que en Colombia es del 3.8, en Perú del 2.1 y en México del 2. Aproximadamente el 22% de los títulos producidos en el país se hicieron en formato digital. Durante ese año, en Chile se produjeron 9.1 millones de ejemplares, una producción que viene en aumento de manera sostenida, 26.54% en contraste con el año 2013, resultado que se podría inferir de la buena gestión en materia de política pública que ha realizado el gobierno chileno desde el año 2014 (CERLALC, 2018).

 

Asimismo, se advierte que a medida que el nivel educacional aumenta, la proporción de personas que declaran haber leído un libro en el año se triplica, pasando de 27,8% —entre quienes tienen educación básica completa—, a un 77,8% entre quienes tienen educación universitaria completa. Se constata así que existe una relación directa entre el nivel de comprensión lectora, la formación escolar y las condiciones socioeconómicas y culturales de lectores y lectoras. El reto, entonces, es equilibrar la relación de la lectura y la presencia del libro más allá de las aulas para convertirlo en una presencia permanente dentro de las dinámicas de consumo de chilenos de todas las edades. 1

 

En Chile están registradas a la fecha un total de 550 bibliotecas públicas y privadas. El 81,3% de ellas corresponde a 447 bibliotecas vinculadas al Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, y el restante 18,7% representa a 103 bibliotecas, públicas y privadas, catastradas en el sitio web del CNCA. Ahora bien, el porcentaje de la población que asiste a bibliotecas alcanza un 36%. Al desagregar los datos por región, se distinguen cuatro que lideran las visitas a estos recintos, situándose por encima del porcentaje nacional. Destacan Tarapacá (39%), Valparaíso (23%), Región Metropolitana (38%), Los Ríos (43%) y Aysén (50%). 2

 

Ecosistema del sector editorial y tejido empresarial

 

En el caso de Chile, el ecosistema del sector editorial puede verse en esencia desde una alta incidencia de la institucionalidad y las políticas públicas. En este sentido, el 28 de febrero de 2018 fue publicado en el Diario Oficial el Decreto con Fuerza de Ley –DFL, que permite la implementación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Desde su entrada en vigor, en marzo de ese año se crean la Subsecretaría de las Culturas y las Artes, la Subsecretaría del Patrimonio Cultural y el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Igualmente, se da origen a quince Secretarías Regionales Ministeriales de las Culturas, que trabajarán en diálogo y coordinación con las quince Direcciones Regionales del Patrimonio.

 

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, cuyo domicilio es la ciudad de Valparaíso, agrupa en una sola entidad a los antiguos Consejo de la Cultura, Dibam y Consejo de Monumentos Nacionales. El principal objetivo de esta entidad es el diseño, formulación e implementación de políticas, planes y programas que contribuyan al desarrollo cultural y patrimonial de manera armónica y equitativa en todo el territorio nacional.

 

Particularmente, respecto al ecosistema del sector editorial en Chile, se desarrollan un conjunto de actividades y actores que coexisten e intervienen de manera integrada, con el fin de permitir la creación, producción, difusión y consumo de este bien. Así, las fases asociadas al ecosistema contienen las siguientes relaciones:

 

  • Formación: se sitúa al exterior del sistema y está asociada al autor y al lector, y en el ámbito público/privado especialmente al sistema educacional y la familia.
  • Creación: asociada al autor, traductor, agente literario, a los instrumentos de fomento y los procesos de gestión de derechos.
  • Producción: asociada a los editores, proveedores de servicios, procesos de gestión de derechos y de políticas editoriales.
  • Difusión y distribución: asociada a las distribuidoras, los agentes nacionales, internacionales, digitales y otros, las compras institucionales, y a los proveedores de servicios, especialmente las instituciones financieras.
  • Puesta en valor y uso: asociada a las bibliotecas en el ámbito público.
  • Preservación, conservación y restauración: asociada principalmente a las bibliotecas y archivos.
  • Consumo y participación: asociados al lector en el ámbito público y privado, a las bibliotecas, librerías, ferias, el entorno social, la familia y los medios de comunicación.

 

En este contexto, autores, editores y bibliotecas ganan protagonismo desde la creación, la producción y recepción, y como forjadores de los procesos de intercambio de contenidos. En el ecosistema, la biblioteca no solo es el filtro de selección de documentos y desarrollo de las colecciones, sino que los elabora, socializa y visibiliza, convirtiéndose en una vitrina privilegiada para los editores, y en el intermediario necesario para autores y lectores. Un ejemplo que merecería un estudio como modelo exitoso para la región, en lo que respecta a la formación de lectores y a la dinamización de la producción y la comercialización del libro en formato digital, es el de la Biblioteca Nacional Digital de Chile.

 

Política pública y marco normativo

 

La Política Nacional de Cultura en Chile define los lineamientos y orientaciones del quehacer del Estado en el campo cultural, válidos para el país en su conjunto. Si bien en ejercicios de diseño de políticas anteriores, las regiones y los sectores artísticos tenían como marco una Política Nacional previamente aprobada, en el proceso de renovación actual esta lógica se invirtió. La formulación de las Políticas Culturales se realizó primero desde los territorios y los sectores artísticos y fueron estas políticas las que alimentaron la Política Cultural Nacional.

 

Por ejemplo, en el proceso de formulación y diseño de la Política Cultural 2011-2016, que comienza a mediados del año 2010, inicia con una discusión a nivel interno sobre los modelos y metodologías generales a seguir en referencia a otras experiencias (Colombia, México y Venezuela) y diversos tipos de análisis comparativos. Por lo tanto, esta política se convierte en un punto de inflexión en el sector, debido a que se amplió el foco de acción para el fortalecimiento del sector cultural, centrándose no solo en la creación y en los artistas, sino que buscaba involucrar a su vez toda la ciudadanía. Este desplazamiento hacia una apropiación del arte, la cultura y el patrimonio, se ha sustentado en el principio de promoción del desarrollo cultural desde los territorios como una dimensión en la que se expresa la diversidad de identidades, memorias históricas y formas de expresión y manifestaciones de un país.

 

Esta transversalidad es fundamental para estructurar la Política Nacional de Cultura 2017-2025, de manera que la estrategia parte de la definición de problemáticas y propuestas en las regiones, que sirven como insumo en la configuración y diseño de la Política Nacional. Este tipo de sistemas permite una puesta en práctica real de los principios que rigen el espíritu de las políticas y el accionar del Estado lejos de estructuras centralistas y poco participativas.

 

Particularmente, dentro de las estrategias culturales para el fomento y promoción del sector editorial se destaca la ley 19229 de 1993 del Ministerio de Educación Pública, caracterizado por crear Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, para la financiación de programas y acciones que fomentarán el libro y la lectura. Por otro lado, y particularmente en lo que refiere a los derechos de autor, en Chile estos están respaldados bajo la Ley No. 17336 del 2 de octubre de 1970 (modificada por la Ley 21045 de 2018), la cual, de acuerdo con su Artículo 1°, protege los derechos que, por el solo hecho de la creación de la obra, adquieren los autores en los dominios literarios, artísticos y científicos, cualquiera que sea su forma de expresión, y los derechos conexos que ella determina. De ahí que no se protegen las ideas sino su materialización (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2017). En cuanto a la duración de la protección de los derechos de propiedad sobre una creación literaria y artística, la misma Ley sugiere un plazo que corresponde a toda la vida del autor(a) y hasta setenta años posterior a su fallecimiento (Artículo 10). 3

 

Otra de las medidas de política pública más recientes es la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020 (PNLL), 4 una guía de orientaciones estratégicas que reconoce el acceso a la lectura y la participación en la cultura del libro como un derecho que debe ser garantizado y promovido para la formación de ciudadanos creativos, reflexivos y participativos. De carácter quinquenal y ejecutada desde 2015, la PNLL la componen 87 medidas agrupadas conceptualmente en cinco ámbitos de acción que dan cuenta de la totalidad de aspectos que componen el ecosistema de la lectura y el libro en Chile: Lectura, Creación, Industria e Internacionalización, Patrimonio Bibliográfico y Marco Jurídico.

 

Dentro de las acciones que orientan la ejecución de la PNLL, se encuentra garantizar el acceso y la promoción de la lectura de libros, principalmente impresos. También se vinculan estrategias orientadas de alfabetización digital y audiovisual de lectores y reconoce como objeto de lectura las tradiciones orales y las diferentes expresiones culturales y artísticas, considerando que la lectura de textos debe propiciarse junto con la de otros códigos estético-culturales. Por lo tanto, esta Política plantea principios y compromisos, e indica objetivos y medidas, reconociendo al ecosistema de la lectura y el libro como un todo integral que requiere de un tratamiento sistémico, coordinado y articulado de los agentes públicos.

 

Construida y ejecutada de manera participativa, la PNLL ha generado un diálogo y un compromiso colectivo en torno al rol que le compete a la lectura y al libro como motor para la construcción de una sociedad más desarrollada, equitativa y democrática. Asimismo, ha constituido un modelo de gestión inédito, que tiene como eje el trabajo interinstitucional y la participación ciudadana deliberativa. De acuerdo con este marco de compromisos, la PNLL se levanta como un hito dentro de las políticas de Estado en torno a la lectura y el libro, que ha generado alto interés en instancias latinoamericanas para el desarrollo del fomento lector y la industria editorial.

 

A pesar de lo anterior, uno de los aspectos más llamativos dentro de todas las dinámicas del mundo editorial en Chile es que el libro aún sea un producto gravado con el Impuesto al Valor Agregado –IVA, con una tasa del 19%, una de las más altas a nivel mundial, más cuando existe una gran cantidad de países que lo han erradicado. Si bien esta situación genera cierta controversia, puesto que puede pensarse el libro más por su valor transaccional que por su aporte social y cultural, el impuesto al libro no parece estar directamente relacionado con los bajos niveles de lectura en el país, por lo cual su eliminación no sería un incentivo al mayor consumo. Así es como lo ha sustentado el estudio llevado a cabo por la Asociación de Editores Independientes, en donde se soporta con evidencia empírica que un descuento del 20% en el precio final del libro no es un estímulo a su mayor compra, sino que los cambios significativos en este sentido se observan a partir del 40% o 50% de descuento en adelante. Al mismo tiempo se sostiene que una erradicación de dicho impuesto se quedaría sin efectos toda vez que el mercado podría autorregularse y llevar nuevamente los precios a su nivel inicial (El Desconcierto, 2018); no obstante, sí habría consecuencias en lo que respecta a la reducción de los ingresos tributarios del Estado, que hoy sirven para financiar, por ejemplo, el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura. Ahora, otra forma de entender lo anterior es, precisamente, que el consumo de libros se asocia a sectores de alto poder adquisitivo, esto es un universo reducido de la población que el principio de democratización y acceso al libro debería buscar ampliar para que a una mayor demanda la oferta se regule a precios más equitativos.

 

Después de observar las políticas públicas que han incidido en el sector editorial, se pone en evidencia que uno de los desafíos del futuro Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio es otorgar dirección y coherencia a las próximas políticas públicas en cultura, bajo un escenario que requerirá de un esfuerzo para articular acciones en distintos niveles. Es decir, se requieren ajustes de derecho interno respecto a los acuerdos y pactos internacionales suscritos, la redefinición del financiamiento de la producción cultural, y el fortalecimiento y diversificación de los canales de comunicación con la ciudadanía y otras instituciones del Estado. Todo ello resulta fundamental para inscribir la cultura, en su sentido amplio, como ámbito transversal de la acción estatal.

 

Si bien la participación ciudadana ha sido un elemento central en los distintos procesos de formulación de las políticas culturales del CNCA, adquiere una importancia renovada al vincularse con los enfoques de derechos y de territorio. Este último está estrechamente ligado con una mirada amplia sobre el concepto de ciudadanía. El enfoque de territorio reconoce la alteridad y la pluralidad como parte de una noción de cultura más amplia, que busca dar cuenta y reconocer la diversidad en todas sus expresiones, simbólicas y materiales.

 

Comportamiento del comercio internacional del sector editorial

 

El mercado editorial chileno parece frágil toda vez que sus exportaciones son incipientes en comparación con el monto de sus importaciones, pues a 2018, por cada dólar exportado en este sector se importaban cerca de 9 dólares. Esta ratio es pequeña cuando se contrasta con 2014, 2015 y 2016, cuando la relación fue de 14.6, 13.6 y 12.6, respectivamente; pero bastante amplia si se compara con el año 2011, cuando por cada dólar exportado se importaron 2.2.

 

Durante el periodo 2008-2011, Chile sostuvo una industria editorial que parecía en aumento desde el punto de vista de las exportaciones (gráfico 4); no obstante, a partir de entonces, la desaceleración fue tal que sus niveles de exportación se contrajeron en un 79%, mientras que las importaciones solo cayeron un 13%. En términos generales, Chile es un país altamente dependiente del mercado externo para suplir su demanda por bienes editoriales.

 

Gráfico 4. Evolución del comercio internacional de la industria editorial en Chile, 2008-2018

Fuente: Elaboración propia con datos de UNESCO (2020).

A escala global, las exportaciones de la industria editorial chilena solo representaron a 2018 el 0.034%, lo que implica 0.049 puntos porcentuales por debajo de lo que representaron en 2008. En contraste, la participación en las importaciones se ha mantenido relativamente constante a una tasa del 0.3%.

 

En comparación con la dinámica del sector a nivel de los países hispanohablantes, las exportaciones de bienes editoriales chilenos significaron el 0.8% del total exportado por este bloque durante 2018, al tiempo que las importaciones ascendieron al 5.6%. Respecto a los valores comerciales de los países pertenecientes a la Alianza del Pacifico, las exportaciones ascienden al 3% y las importaciones al 13%, las segundas más altas en la región después de México (65%). En cuanto a las relaciones comerciales establecidas entre los países pertenecientes a la Alianza del Pacifico, del total exportado por Chile en esta industria durante 2018, el 22% fue destinado a dicha región, cinco puntos porcentuales menos que en 2008. Por otra parte, las importaciones chilenas de bienes editoriales con origen en estos países pasaron de representar el 19% al 9% en el mismo periodo.

 

Estrategias de internacionalización del sector editorial

 

En el marco de la Política Nacional de la Lectura y del Libro 2015-2020, se consagra el Programa Internacionalización del Libro y Autores Chilenos, programa adscrito al Ministerio de las Culturas, el Arte y el Patrimonio, que opera en coordinación con ProChile y la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores. Uno de los objetivos del Programa consiste en brindar apoyo financiero y capacitar editoriales para que se fortalezcan de manera progresiva, logrando así brindarles la suficiente autonomía técnica (CERLALC, 2020).

 

En general, este Programa está enfocado en fortalecer la participación de la industria editorial chilena en el escenario global a partir de acciones concretas que abordan principalmente dos líneas: técnica y de asistencia financiera. Respecto a la primera, plantea aspectos como estudios de mercado y misiones comerciales. En esta línea se realizan capacitaciones dirigidas a las MiPyMes que hacen parte de la cadena de valor del libro. Se busca desarrollar habilidades y conocimientos para posicionar el mercado local en el extranjero, además de ser obligatorias para las empresas que participan en las ferias internacionales del libro donde el país es participante. ProChile es la entidad encargada de liderar esta estrategia, tal como lo dicta la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020.

 

En cuanto a la asistencia financiera, busca visibilizar la participación de editores y autores chilenos en ferias extranjeras, así como la traducción de estas obras para llegar a otros mercados y estimular la compra de derechos de traducción por parte de editores nacionales para que sean más atractivos tanto a nivel local como en el mercado exterior. Igualmente, esta estrategia promueve el intercambio cultural al disponer en lengua española obras extranjeras en Chile. En este sentido, se cuenta con un programa de apoyo a la traducción, que es financiado en un 100% por el Estado a través del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura.

 

Finalmente, Chile cuenta con una estrategia de internacionalización del sector editorial que promueve su participación en ferias internacionales, de ahí que en el marco de su Política Nacional de Lectura y el Libro 2015-2020, se eligieran seis espacios para focalizar sus esfuerzos, a saber: i) Frankfurt, ii) Bolonia, iii) Bogotá, iv) Lima, v) Buenos Aires, y iv) Guadalajara. En este caso, ProChile es la entidad encargada de coordinar la participación nacional en estos espacios y generar lugares de negocios (CERLALC,2020). Por otro lado, el Consejo Nacional del Libro y la Lectura realiza convocatorias para el apoyo económico tanto de editores como de otro tipo de profesionales también pertenecientes al sector; por ejemplo, al apostar por eventos como las convenciones de cómics, apoyan categorías como la narración y la ilustración. En definitiva, parece haber un real esfuerzo en Chile para posicionar la industria editorial, al diseñar e implementar objetivos de internacionalización de la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020 (CERLALC, 2020).

Fuente principal: (CERLALC, 2020).

 

Caracterización de agentes de la cadena del libro y su rol en la circulación del libro 5

• Agentes literarios:

 

Aunque el mercado interno es reducido, Chile tiene un par de exponentes que han definido algunas lógicas y relaciones comerciales con ciertos mercados que gracias a su especificidad merecen ser mencionados. VLP Agencia Literaria tiene un portafolio que representa diversos autores y editoriales infantiles chilenas, más de quince, que tienen como foco la venta de derechos para el mercado asiático. Esta iniciativa reciente (la agencia se fundó en 2018) ha tenido un comportamiento favorable que se debe al seguimiento minucioso de cada proyecto y cliente, así como a la participación en ferias y mercados editoriales en el territorio objetivo, cosa que solo es posible con el concurso de apoyos estatales y a la existencia de un socio estratégico radicado en Corea. Este enlace garantiza el seguimiento adecuado, el control de las acciones y la valoración de las relaciones comerciales de ida y vuelta.

 

Por otra parte, Puentes Agency (2012) tiene una oferta que considera una lista breve de autores chilenos, y de manera destacada a Mario Bellatín y a Margo Glantz de origen mexicano. Además, cuenta con un portafolio más nutrido de ilustradores como Daniel Blanco Pantoja, Alberto Mont o Paloma Valdivia que han alcanzado reconocimiento en la región y van ampliado sus fronteras.

 

Este enfoque en el nicho infantil tiene relación no solo con la formación de lectores, sino con las diferentes políticas locales de promoción de lectura y compras públicas que han dinamizado el sector en los últimos años. A pesar de esto, llama la atención la baja participación de autores de reconocimiento internacional en estos portafolios, aún más cuando la narrativa chilena ha tenido un auge en las últimas décadas. Esto se puede explicar porque escritoras como Lina Meruane, Alejandra Costamagna o Paulina Flores, al igual que escritores como Alberto Fuguet, Rafael Gumucio, Alejandro Zambra o Diego Zúñiga, que han establecido una relación de trabajo con editoriales de carácter transnacional como Penguin Random House, Planeta o Anagrama, cuentan con agentes literarios radicados en el exterior donde confluyen el interés por fortalecer el trabajo con este tipo de editoriales y, al mismo tiempo, la busca de alternativas de edición en otras lenguas o la liberación de contenidos para otros territorios en castellano, lo que les daría visibilidad y capacidad de maniobra dentro de la Alianza del Pacífico. Algunos ejemplos pueden ser Imposible salir de la Tierra de Alejandra Costamagna y Space Invaders de Nona Fernández, ambos en Laguna Libros de Colombia o Quiltras de Arelis Uribe en Paraíso perdido de México. Dentro de las agencias extranjeras con presencia de autores chilenos se destacan Indent Literary Agency, VicLit, Ampi Margini, además de las ya tradicionales como Carmen Balcells o Schavelzon Graham, por solo mencionar algunas.

• Editoriales:

 

El panorama editorial chileno es muy singular en la medida en que, visto en conjunto, si bien la presencia de las empresas transnacionales es importante —de nuevo PRH y Planeta—, tiene una serie de dinámicas que definen una escena muy diversa en lo que se agrupa bajo el nombre de edición independiente. En este mismo sentido la categoría es amplia y cobija iniciativas muy diversas, entre las cuales se pueden reconocer ciertos patrones que tienen que ver con modelos de negocios que paulatinamente se van haciendo sostenibles en el tiempo en unas escalas determinadas.

 

Hay empresas con una trayectoria muy amplia y una solidez comercial innegable, el ejemplo más llamativo en este sentido puede ser Zig-Zag, que se ha mantenido desde hace 115 años y que tiene una parte importante de su accionar en el libro de texto, pero en la historia reciente se cuentan editoriales como: Pehuén Editores (1983), Editorial Cuarto Propio (1984), LOM Ediciones (1990), Editorial Amanuta (2002), Tajamar Editores (2002), Editorial Catalonia (2003), Editorial Alquimia (2006), Ekaré Sur (2008), Editorial Cuneta (2009), hasta llegar a la increíble eclosión de proyectos editoriales que se dan después de la primera década del siglo XXI y entre los cuales se destacan: Editorial Hueders (2010), La Pollera Ediciones (2011), Editorial Montacerdos (2012), Edicola Ediciones (2013), Ediciones Oxímoron (2014), Laurel Editores (2014), Ediciones Overol (2015), Kindberg Editorial (2015), Los Libros de la Mujer Rota (2015) o Erdosaín Ediciones (2018), para no seguir ampliando la lista.

 

Estas últimas presentan una combinación de factores que las hacen muy interesantes, ya que en muchos casos surgen como iniciativas en donde el componente de la sostenibilidad inmediata es asumido por los socios, lo cual repercute en los esfuerzos económicos, pero que a largo plazo permite la consolidación de un perfil y una identidad que no necesariamente obedece a las tendencias del mercado y funciona como garantía para sus lectores. Otro aspecto relevante tiene que ver con la formación y trayectoria de quienes encabezan estas iniciativas, pues no es extraño ver que a lo largo de su currículo han pasado por diferentes tipos de editoriales, muchas veces por las mismas transnacionales, las universitarias o independientes con más trayectoria —el ciclo puede ser de ida y vuelta—, y desde esa experiencia plantean su proyecto, es decir, con un conocimiento de las dificultades que implica el entorno, aunque no faltan los emprendedores amantes de los libros que adelantan su aprendizaje en la práctica de sus propios proyectos.

 

Un aspecto que no es menor, es la relación con la producción editorial, más allá de los servicios editoriales que se pueden prestar a diferentes instituciones o iniciativas. Esto es la vinculación de estas empresas con talleres de impresión o en algunos casos (LOM o Hueders) la adquisición de máquinas que les permite producir sus propios libros, lo cual implica una diversificación de actividades, y riesgos, pero también la ampliación de unos márgenes en la operación y autonomía en la toma de decisiones sobre la factura de sus productos.

 

Ahora bien, este tipo de editoriales también exploran otros eslabones de la cadena que tienen que ver principalmente con la distribución y la comercialización del libro. No es raro ver que algunas de las editoriales antes mencionadas hayan generado líneas de negocios en estas direcciones en algún momento. También hay que mencionar un principio de afinidades gremiales que han permitido articular diferentes espacios y actividades generando espacios alternativos como pueden ser La Primavera del Libro o La Furia del Libro, que se verán en detalle más adelante, y otras que han impulsado la aparición de distribuidoras para fondos locales y extranjeros que, nuevamente, se articulan a partir de afinidades que van desde los modelos de negocios, los intereses editoriales, la apuesta sobre ciertos autores, el trabajo de nicho, hasta llegar a las posturas políticas. Esto último es muy relevante: la historia reciente de Chile, la dictadura y el retorno de la democracia, así como diferentes eventos que van desde las movilizaciones estudiantiles de 2011 hasta el estallido social de 2019, no son ajenos al sector editorial chileno. No solo porque la dictadura determinó procesos de censura y persecución a autores, editoriales, libreros y lectores, sino que definió políticas económicas aún vigentes como el pago de IVA sobre los libros de un 19% que afectaron la conformación del sector y aún hoy lo determinan, sino porque este tipo de factores inciden en una producción editorial y en la conformación de un corpus. Valga mencionar un ejemplo que tiene que ver con la divulgación de la obra de escritoras chilenas en los últimos años y su relación con el debate que se ha llevado sobre el feminismo y el patriarcado en la última década.

 

Para finalizar, es importante destacar una sensación de efervescencia que hasta el inicio de la pandemia parecía manifestarse en el sector editorial chileno y su necesidad de ampliar mercados, de generar alianzas y buscar estrategias que hicieran crecer su participación y presencia en la región, una efervescencia que quizá sea producto de una insularidad ambigua, porque sus relaciones con Argentina y Perú son mucho más fuertes de lo que salta a primera vista.

• Distribuidores:

 

Una vez clara la riqueza de la producción editorial chilena aparece un problema, generalizado para toda la industria, que es la distribución y comercialización de los libros en el mercado nacional. De los países de la AP, Chile tiene una barrera de entrada adicional que está relacionada con el IVA del 19% que debe ser pagado por el distribuidor al ingresar los libros al mercado local.  Este sobrecosto, como lo señalan los entrevistados, incrementa el riesgo de los distribuidores de mediano y pequeño tamaño que intenta diversificar la oferta del mercado interno con catálogos de editoriales alternativas a las que ya circulan y están posicionadas en el mercado. Sumado a lo anterior, la mayoría de las librerías que tienen interés en circular estos contenidos no cuentan con el capital para hacer compras en firme, por lo que los libros son entregados en consignación, lo que aumenta el riesgo para el distribuidor si el libro no tiene el éxito esperado, ya que el 19% del libro ya fue pagado.

 

En este sentido, el rol de los distribuidores es delicado si de entender las dinámicas de la cadena se trata y se pueden observar diferentes modelos y agentes. Dentro de las empresas con más trayectoria y solidez, en el sector se encuentra Liberalia Ediciones (1997) con un catálogo que absorbe muy buena parte de la oferta extranjera y que también cubre las necesidades de muchos editores chilenos que deciden delegar la operación de distribución en una empresa especializada. Al revisar su catálogo sorprende la gran cantidad de editoriales y, en la mayoría de los casos, su reducido número de títulos. Esto indicaría un ejercicio de selección detallada para un mercado acotado que responde a un contexto específico. Otro caso es el de la Editorial Océano de Chile, parte del Grupo Océano (1978), una multinacional española dedicada a la edición y distribución que ha fortalecido su rol como representante de diferentes sellos a nivel internacional para los países de la región.

 

Además de estas grandes empresas, que domina la distribución en el mercado local, han surgido iniciativas como las de Ediciones Tajamar (2002), LaKomuna Distribución Editorial (2012), Alphilia Distribuciones (2018), estas dos con un origen común, o Escrito con Tiza (2016), que combinan en algunos casos la edición propia con el servicio de distribución para terceros, sean editoriales locales o extranjeras. Las distribuidoras, entonces, representan diferentes sellos ante el canal de librerías como una operación integrada, la atención en ciertas ferias y la participación en convocatorias públicas para venta directa al Estado a diferentes instituciones en Chile. Este último canal de ventas ha definido el comportamiento comercial de estas empresas que han logrado la sostenibilidad de su actividad con las ventas al Ministerio de Educación. Por otro lado, estas licitaciones les han permitido diversificar los contenidos con editoriales latinoamericanas, que anteriormente, como lo señala uno de los entrevistados, estaban dominadas por contenidos españoles pese, por ejemplo, a la tradición que tiene México y Colombia, incluso Venezuela, en el libro infantil.

 

Sin embargo, la importante demanda del Estado por contenido editorial, que, si bien genera sostenibilidad y dinamiza las finanzas de las empresas de mediano y pequeño tamaño, editoriales y distribuidoras, no contribuye al fortalecimiento de un tejido librero, un público lector y consumidor de libros que vía mercado fortalezcan el ecosistema del libro chileno.

 

Volviendo a la configuración de la distribución en Chile, hay un caso que merece toda la atención. BigSur (2019) es una iniciativa que cuenta con participación argentina y chilena, cuya tarea es integrar la oferta editorial independiente en los dos países y movilizarse en los mercados internos respectivos. Esta iniciativa reconoce, por un lado, la dificultad que tienen las editoriales locales de traspasar las fronteras de manera constante, pese a la cercanía geográfica y cultural; y por otro, el potencial interés que tienen los lectores de la región de leer a sus semejantes, por tanto, consideran prioritario facilitar la circulación de estos libros para construir un mercado regional de lectores latinoamericanos. Esto último es fundamental porque plantea la necesidad de reflexionar sobre la pertinencia de la producción local en un espectro más amplio de lectores a los que se suma la necesidad de comprender las oportunidades que abren las editoriales de pequeño o mediano tamaño en mercados de una escala similar y con una alta competitividad.

 

Por otro lado, los distribuidores también señalan la dificultad de exportar libros desde Chile, consideran que cada vez es más difícil y costoso, por esta razón Tajamar, decidió abrir Tres Puntos Ediciones en España, con el objetivo de tener presencia en el mercado español y exportar desde ahí a Latinoamérica, incluido Chile. Consideran que la ventaja de trabajar desde España es que tienen costos logísticos más bajos, por lo que las distribuidoras se han podido especializar en logística, comercialización y almacenamiento, mientras que los editores se desligan totalmente de esos procesos y se concentran en la generación de contenidos. Lo anterior, señalan, no sucede en Latinoamérica donde el editor suele cumplir múltiples roles.

 

Pese a lo anterior, de los cuatro países Chile se destaca por tener unas acciones constantes de promoción del sector editorial en contextos internacionales que están a cargo de ProChile y el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio; y que han contribuido a fortalecer la participación en Ferias Internacionales y fomentar la compra y venta de derechos.

Ante de finalizar este apartado, es necesario destacar el papel de la distribución digital concentrada en eBooks Patagonia (2009), una empresa que surge como nativa digital especializada en audiolibros que pronto se convierte en proveedor de servicios de digitalización y luego como agregador para muy buena parte del ecosistema digital y sus plataformas comerciales, dando alternativas encaminadas a la circulación de contenidos en entornos globales, que aunque para cada editorial pueden resultar reducidos en términos generales no se pueden desconocer.

• Librerías:

 

Cuando se abre la indagación sobre los canales de comercialización del libro en Chile, hay que reconocer el crecimiento de su tejido librero. Como en todos los países de la AP, uno de los principales problemas de la cadena del libro corresponde a la escasez de librerías en territorios de gran extensión —o difíciles condiciones geográficas— y su concentración en las ciudades capitales, a las que se suman algunas ciudades que les siguen en dimensión e importancia. En este sentido Chile sería el caso paradigmático, razón por la cual resulta tan estimulante ver cómo hacen su aparición proyectos libreros que, además de las de carácter generalista, van desarrollando un perfil y un público particular a lo largo de su territorio. Ejemplos como los de Metales Pesados, Catalonia o La Librería del GAM son muy llamativos. En este sentido también se puede reconocer el fortalecimiento en ciudades como Santiago, Valparaíso o Concepción.

 

Por otra parte, hay que mencionar que Chile es, de los cuatro países de la Alianza, en el que se ve con mayor claridad el vínculo entre las dinámicas sociales emergentes y su producción editorial que, a su vez, toma forma en las audiencias de las librerías. Esto es evidente desde mayo de 2018 cuando las movilizaciones feministas marcaron el inicio de una serie de acciones populares que tuvieron su punto más alto en el Estallido Social de 2019 y efectos posteriores hasta la aparición de la pandemia. Lo anterior tiene diferentes formas de entenderse. Por una parte, no puede negarse que se dio una alta afectación a todo el sector comercial, especialmente al aledaño a los espacios donde se dieron las manifestaciones, pero también incubó iniciativas que hay que observar con detenimiento como La Librería Popular de Recoleta, un proyecto auspiciado por el gobierno local de una comuna en Santiago de Chile donde no existía posibilidad de acceso al comercio formal de libros. Este proyecto encabezado por Daniel Jadue, además de inaugurar un espacio dedicado al libro planteó, una reducción de los precios de los libros de hasta un 40%, bajo el lema de “libros a un precio justo”. Lo anterior pone de manifiesto una particularidad en la compresión del precio del libro y el tipo de intermediación que “el mercado” impone, ya que ese margen que se transfiere al comprador es el que hace posible la viabilidad de un negocio librero de origen privado, ante el rechazo puntual de generación de utilidades por parte del Estado.

 

Por otra parte, es necesario dedicar un espacio a la iniciativa Qué Leo, surgida en 2017. Juan Carlos Fau, su promotor además de su propia tienda conformó un modelo de franquicias que ha permitido la aparición de numerosas librerías bajo una misma marca, un soporte común, una garantía comercial y actividades de divulgación como su estación radial digital que le ha permitido construir una red de librerías independientes que comparten un mismo techo, que se extiende desde Punta Arenas hasta Arica. El principio de la franquicia establece una división territorial que establece unos límites para cada negocio, pero en el caso de Qué leo, resulta muy relevante el proceso de construcción de audiencias, ya que los lectores que viven en una comuna céntrica de Santiago pueden tener unas necesidades muy diferentes a las de quien habita en Calama, en esa comprensión territorial hay un acierto que debe analizarse en conjunto para la AP.

 

Por otra parte, la posibilidad de establecer un bloque de compra en capacidad de negociar términos con distribuidores y editores es también un acierto que le da solidez al proyecto en la medida en que pueda garantizar la confianza gracias al pago oportuno de sus obligaciones. Con respecto a la oferta de origen AP, Fau recalcó la necesidad de generar espacios de intercambio entre pares. Es urgente una mayor fluidez e impulso para poder reconocer qué oferta puede funcionar a escala nacional. 6

 

Otro caso para destacar es Pedaleo Librería. Por una parte, la selección y el perfil que ha trazado coincide, por ejemplo, con el interés creciente por la escritura de mujeres o con la oferta de las editoriales independientes. Carlos Cardani, su fundador, reconoce que sus vínculos con este tipo de intereses le han permitido, además de su propia escritura, reconocer un circuito y una serie de contenidos que pone al alcance de sus lectores. Del mismo modo, llama la atención sobre la poca información que hay sobre la producción de países como Colombia o México más allá de la oferta que ha logrado consolidar una distribuidora como BigSur, que plantea la discusión sobre la pertinencia de contenidos, el interés que pueda llegar a generar y la escala del negocio que puede representar para todos los eslabones de la cadena, tanto locales como regionales. También, vale la pena mencionar el crecimiento que tuvo esta librería durante la pandemia por dos cuestiones, primera su relación con el ciclismo y que la entrega a domicilio fuera parte de su propuesta inicial, y la segunda el trabajo en redes sociales que le permitió un contacto permanente con su público habitual o aquel que encontró en ellos un espacio ideal para adquirir libros durante el confinamiento.

 

En este punto es imposible no detenerse un momento en las consecuencias que la pandemia tuvo sobre el tejido librero. El cierre de locales durante meses obligó a la generación de estrategias puntuales en cada librería para poder mantenerse a flote, desde la puesta a punto de plataformas de comercio electrónico, el incremento de actividad en las redes sociales, la innovación en las formas de entrega o realización de actividades de tipo cultural, el impulso de la declaratoria del libro como un bien esencial, hasta los procesos de orden colectivo, como es el caso de la Asociación Nacional de Librerías en Chile, que augura un posicionamiento a corto y mediano plazo del sector librero en la lógica de las políticas públicas, en las que Chile tiene un comportamiento ejemplar para toda la región. Siguiendo esta línea hay que rescatar testimonios como el de Página 128, ubicada en Concepción, que destaca la gran utilidad de fondos públicos en lo concerniente a la adecuación del local o el desarrollo de herramientas para el comercio electrónico.

 

Sobre el comercio electrónico es imposible no mencionar que Chile es la cuna de un startup que hoy por hoy es referente en toda América Latina. Buscalibre, en un principio Buscalibro, se fundó en 2007 y aparece como una plataforma que consolidaba catálogos para diferentes librerías para ampliar el acceso a la oferta editorial. Desde 2011 el crecimiento de la compañía ha sido sostenido y además de robustecer su plataforma ha integrado oferta de otros países, en los que se ha ubicado, generando una red regional de servicios.

 

Para finalizar, es necesario volver sobre una particularidad del mercado chileno en el contexto de la AP, y es el pago de IVA sobre el libro. La discusión sobre una posible exoneración de este impuesto no es reciente y su resolución tampoco da señas de ser próxima. Aun así, hay posiciones encontradas sobre el tema. Hay quienes sostienen que la reducción del precio del libro no necesariamente incrementa el volumen de ventas o los índices de lectura, pero esto no se puede comprobar hasta que se llegase a dar un cambio, que tiene que ver con la rigidez de un sistema fiscal que seguramente no dará oportunidad para hacer excepción alguna.

• Ferias:

 

Un ejemplo de la diversidad editorial chilena es precisamente las ferias de libro que han surgido en los últimos años. Estos espacios que complementan la oferta tradicional responden también a lógicas de asociatividad entre diferentes tipos de editoriales que no han estado exentas de tensiones. La Feria Internacional del Libro de Santiago (1981), organizada por la Cámara Chilena del Libro, que durante años acogía buena parte de la oferta, ha visto el surgimiento de espacios como La Furia del Libro (2009) y La Primavera del Libro (2011), que han disminuido la brecha del acceso del público a la oferta editorial independiente y han establecido nuevas dinámicas al interior de la industria. El vínculo entre el espacio público y la oferta editorial están en el centro de estos últimos dos proyectos, así como ser ventanas para la oferta editorial extranjera en Chile, especialmente provenientes de Argentina y Perú, pero sin descuidar los esfuerzos de articulación con Colombia y México.

 

Con respecto a la participación de la edición chilena en ferias internacionales, como se verá en el siguiente apartado, es fundamental el aporte de la Política Nacional de la Lectura y el Libro y de ProChile, que bien podría ser un referente para los otros países de la Alianza. El plan sostenido de participación en estos espacios de intercambio es uno de los principales impulsos para la internacionalización de la industria, no solo por la llegada directa al público lector, sino también por el paulatino proceso de vinculación con editoriales pares, librerías y distribuidoras. Este proceso es lento, pero en la medida en que se persevere, replique y amplíe su alcance podrá hacerse mucho más sólido este tejido.

 

Sellos como LOM, Hueders, Amanuta, Laurel o Montacerdos ya cuentan con un público en los países de la AP, una presencia discreta, si se quiere, pero evidente en circuitos especializados a través de compras en firme a las editoriales, acuerdos de distribución focalizados o la rotación del material que no se vende por este tipo de canales, que se podría aumentar con el fortalecimiento de la confianza y el apoyo a agentes de la cadena a nivel internacional como libreros y distribuidores que no han sido, hasta ahora, objeto de la política. 

1 Profundizando en los grupos etarios, quienes más declaran asistir a bibliotecas de colegios son los niños de 9 a 14 años, con un 79%; a las bibliotecas de universidades, institutos y centros de formación técnica predominantemente asisten los adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años (37%); y a las bibliotecas públicas en mayor proporción jóvenes de 15 a 24 años (18%). En tanto las bibliotecas especializadas concentran una mayor proporción de adultos de 25 a 44 años (4%).

 

2 La desagregación regional de las cifras, según frecuencia, muestra una distribución con la mayor concentración en la Región Metropolitana, con 120 bibliotecas, equivalente a un 21,8% del total; seguida por las regiones del Biobío, La Araucanía y Valparaíso, que representan respectivamente un 12,2%, 11,6% y 10,9% del total de bibliotecas registradas. En contraste, las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Los Ríos, Aysén y Magallanes, muestran concentraciones inferiores al 3,5%. Cabe señalar que incorporando al análisis regional de los datos la variable de población, se aprecia que la participación de cada región, según la distribución de las bibliotecas, cambia absolutamente. Así, la Región Metropolitana solo tiene 1,7 bibliotecas por cada 100 mil habitantes, mientras que la Región de Aysén posee la mayor cobertura, con 18 bibliotecas por cada 100 mil habitantes, evidenciando de esta forma carencias importantes de cobertura que se suman a las de accesibilidad y gestión.

 

3 Por su parte, las infracciones en contra de los derechos de autor son sancionadas con prisión y con multas que van desde las 5 hasta las 1.000 Unidades Tributarias Mensuales –UTM. En el caso de la piratería, por ejemplo, la comercialización de copias de obra y presentaciones artísticas que son reproducidas sin autorización expresa del titular, tendrán una reclusión de 61 a 540 días y una multa de 50 a 800 UTM, mientras que la entrega para su distribución, sin la debida autorización, se someterá a una reclusión que va desde los 541 días hasta los cinco años y una multa de 100 a 1.000 UTM (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2017).

 

4 Tomado de: https://www.cultura.gob.cl/politicas-culturales/lectura-libro/

 

5 Para este apartado se realizaron un total de veinte entrevistas con diferentes agentes del sector editorial chileno que dan cuenta de comportamientos singulares y antecedentes que contemplan variables sociales, políticas y económicas en la definición del campo editorial que abordaron los agentes relacionados a continuación.

 

6 En este sentido se deben sumar los aportes y la experiencia de un librero como Eduardo Albers, que continuador de un modelo de negocio en el que el libro en lenguas extranjeras, especialmente en alemán, y su vínculo con bibliotecas universitarias, es decir un público muy específico, hizo sobre la necesidad de generar modelos de consolidación desde la AP, para que haya una presencia ajustada a las dinámicas locales, una que en principio es acotada, pero que a mediano o largo plazo puede resultar interesante para todas las partes.

SÍGUENOS

© Alianza del Pacífico. El poder de la integración. Todos los derechos reservados. Sugerimos la visualización del presente Sitio Web en navegadores con versiones actualizadas

© Alianza del Pacífico. El poder de la integración. Todos los derechos reservados. Sugerimos la visualización del presente Sitio Web en navegadores con versiones actualizadas