Escenario del sector editorial ante la contingencia de salud pública (pandemia del COVID-19)

En medio de la pandemia y ante la suspensión de buena parte de las actividades comerciales tradicionales durante 2020, los actores, gremios, organizaciones, redes y colectivos del sector editorial de Latinoamérica, y particularmente de los países de la AP, desarrollaron actividades de diferente índole para enfrentar la compleja situación. En primer lugar, un llamado a los Estados para sumar acciones y esfuerzos para solventar la crisis. Situación que tuvo diferentes tipos y tiempos de respuesta, así como niveles de compromiso y generación de proyectos y acciones puntuales para cada país.

En este escenario se han observado la reactivación y el fortalecimiento de iniciativas de carácter gremial con respecto a las leyes alrededor del libro y la articulación para el diseño de mecanismos de política pública; la realización de encuestas, sondeos y estudios para dimensionar el impacto de la pandemia, entre otros.  A pesar de lo anterior, en cada uno de los países de la Alianza la respuesta estatal ha sido diferente, así como la adaptación de los distintos agentes a las circunstancias adversas, que en la mayoría de los casos depende del grado de sostenibilidad que tenía previo a la pandemia.

 

Al indagar por medio de la encuesta implementada en este estudio por la situación da las organizaciones, en los cuatro países, antes de la pandemia (2019), el 58% señaló que sostiene la operación; el 18,5% que era financieramente vulnerable; el 16% que era un negocio rentable y el 8% que estaba en crisis, siendo los editores y los distribuidores quienes estaban en mejores condiciones respecto a, por ejemplo, los libreros. Sin embargo, las diferencias no son tan marcadas entre agentes, como sí lo son entre países de la AP. El 70% de las organizaciones chilenas señaló que sostiene la operación, doce puntos porcentuales sobre el promedio de los cuatro países, mientras que esta cifra representó el 40% para las organizaciones colombianas, dieciocho puntos porcentuales por debajo del promedio de los países. Este indicador para México (67%) y Perú (61%) también fue mejor que el colombiano.

 

En cuanto la situación para enfrentarse al 2020, el 54% de las organizaciones señaló que no tenía utilidades, pero que el negocio era financieramente estable; el 18% que había generado utilidades y tenía flujo financiero para meses habituales de bajos ingresos; el 15%, que no tenía utilidades y tenía deudas, y el 12%, que tenía utilidades y un flujo financiero para situaciones no previstas. Fueron las organizaciones peruanas las que se ubicaron en mayor medida en una situación financieramente estable (67%), seguidas por las organizaciones chilenas (61%) y las mexicanas (50%), mientras que las colombianas están lejos del promedio (36%), esto porque en 2020 el 48% de las organizaciones contaban con utilidades para solventar imprevistos o meses de bajos ingresos; sin embargo, es en este país donde las organizaciones se sentían más vulnerables financieramente antes de la pandemia.

 

Pese a la incertidumbre y los riesgos que trajo la pandemia, la respuesta de los agentes del sector ha sido invertir más para mejorar el entorno digital de sus actividades económicas. Esto, si bien es una señal de la persistencia de las organizaciones ante la crisis, revela que el sector editorial tenía una brecha por saldar en el componente digital, y que ante este escenario hubo una preocupación colectiva. La segunda opción tomada por los agentes fue la de diversificar la oferta de bienes y servicios, adoptada en una notable menor medida. Renegociar alquileres, pagos a proveedores o créditos fueron medidas de menor frecuencia, pero fueron los alquileres los que mayor preocupación generaron. La opción de despedir personal fue mínima, entre otras, porque estas organizaciones de pequeña y mediana escala cuentan con el personal mínimo requerido. Y definitivamente no ha sido considerada como una opción cerrar la organización. Este comportamiento es similar en los cuatro países.

 

También hay que mencionar procesos de sensibilización y solidaridad en la que cada uno de los eslabones de la cadena apeló al vínculo con el lector para garantizar su sostenibilidad, lo cual supuso una serie de transformaciones que van desde las prácticas cotidianas, pasando por nuevas modalidades de relación como las compras solidarias con entrega de libros una vez superada la crisis, la implementación de plataformas de venta cooperativas online, sistemas de despacho y entrega, contacto con el público y realización de eventos de promoción de lectura, lanzamientos de libros, todo a partir de lo digital y las redes sociales, así como un impulso a la producción de ebooks y lectura en dispositivos electrónicos, hasta transformaciones en los modelos de negocios.

 

A pesar de lo anterior, y el aparente equilibrio que se ha alcanzado en los últimos meses, el panorama es complejo, porque ya existían dificultades que se manifestaban en la facturación y salida de productos, así como una contracción importante del mercado la cual se agudizó con la suspensión de actividades por la pandemia. Si antes del COVID-19 la cadena de pagos podía presentar dificultades, ahora, con las consecuencias a mediano plazo de la emergencia sanitaria la situación puede empeorar. Entre esos temores el de la desarticulación de la cadena precisamente por la irrupción de lo digital y la concentración en ciertos canales o la priorización de la venta directa.

 

Adicionalmente, se puede afirmar que la pandemia puede agudizar fenómenos que ya se estaban presentando:

 

Integración de procesos digitales a las cadenas de valor tradicionales.

 

En la actualidad coexisten colosos digitales junto con pequeñas empresas analógicas que buscan un lugar en el mercado editorial. Sin duda, estas pequeñas y medianas empresas tienen el reto de incorporar tecnologías en el desarrollo de los procesos productivos, pero, sobre todo, tendrán que ocuparse de integrarse, principalmente en el eslabón de la distribución digital y de la promoción de las empresas y los contenidos editoriales. Esto se ha venido configurando de manera acelerada con la pandemia.

 

La desintermediación y reintermediación.

 

Los intermediarios más evidentes que han modificado la estructura del sector editorial son los llamados GAFA: Google, Amazon, Facebook y Apple, indispensables en todos los eslabones de la cadena, tanto para la venta de libros como para comunicar un lanzamiento a través de Facebook, promocionar un evento o facilitar el encuentro con los potenciales lectores a través de Google. Estos intermediarios nuevos operan con la lógica de plataforma y tratan de integrar horizontalmente la cadena. Este tipo de acciones ha bajado los costos de distribución al hacer que estos sean iguales para todo tipo de productos editoriales, lo que abrió nichos de mercados específicos. En otra escala se debe anotar que es la misma operación que se hace en las librerías independientes, que ajustan su oferta a criterios en una clara sintonía con el consumidor final.

 

Concentración del mercado en pocos títulos y oportunidades para desarrollar nichos.

 

Los productos con éxito son importantes, pero los nichos están surgiendo como el nuevo gran mercado, afirma Chris Anderson en el libro La economía long tail. 1 La oferta editorial, principalmente de bienes, se comporta con una distribución de la demanda de larga cola (the long tail), donde pocos bienes concentran la demanda y muchos otros venden en menores cantidades y a nichos de interés. Plataformas como Amazon o Google han contribuido en este comportamiento de las economías emergentes, en el que las tecnologías transformaron los mercados masivos en millones de nichos, en el que los éxitos y los títulos de baja rotación dan los mismos márgenes de ganancia bajo estos esquemas de distribución.

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