Colombia

Una de las principales ventajas que tiene Colombia es su ubicación geográfica. Esta localización privilegiada le permite funcionar como nodo entre los cuatro países de la Alianza del Pacífico, rol que se reproduce en las dinámicas que desempeñan sus agentes, ya que estos se caracterizan por ser los que más relaciones tienen con sus pares de los otros países de la AP. Adicionalmente, facilitan la conexión con otros agentes de distintos países que no se conocían, sirven como puentes y reducen las distancias entre agentes, debido a que son quienes tienen mayor accesibilidad y capacidad de intercambio en la Alianza. Pese a lo anterior, ocupa un segundo lugar como destino comercial después de México.

Menos de la mitad de las organizaciones encuestadas de Colombia tienen algún vínculo internacional (41%), si bien son los editores los que más vínculos establecen (42%), los distribuidores (25%) y las librerías (16%) también juegan un rol importante. Son México (29%), Argentina (23%), España (15%) y Estados Unidos (11%) los principales países con los que las organizaciones colombianas tienen algún vínculo a nivel internacional. Si bien tiene vínculos en la región con Ecuador (8%), Chile (3%) y Perú (2%), estos son menos frecuentes.

A pesar de esto, Colombia tiene una tradición de comercio editorial a nivel de región que tuvo su época dorada entre los años setenta y ochenta, cuando su oferta de industria gráfica lo convirtió en un jugador destacado. Esta situación se ha visto afectada en las últimas décadas, aunque se puede ubicar después de México y Argentina como el tercer país con más exportaciones en la actualidad. En este momento es importante destacar el rol de muchos agentes medianos y pequeños en la dinamización de las relaciones de la región, aunque sus políticas, en este sentido, no han podido garantizar la estabilidad de su inversión y enfoque a largo plazo con resultados notorios.

 

Su mercado interno es estable, aunque marcado por cierta fragilidad y las tensiones entre agentes dominantes y los de escala mediana o pequeña, a lo que se suma la concentración de la oferta y la demanda en la ciudad capital. También hay que añadir que, si bien hay una serie de instituciones y herramientas legales alrededor del libro y la lectura, como en el aspecto internacional, presentan fluctuaciones en su inversión haciendo irregular y precario su comportamiento en ciertos entornos.

Panorama general del sector editorial, el libro y la lectura

De acuerdo con el DANE, la industria editorial es uno de los cuatro segmentos que configuran las industrias culturales del país que representaron a 2019, el 22.7% del valor agregado generado, participación que presentó una leve contracción en comparación con el año 2017, donde se ubicaba en el 25%. En 2019, el valor agregado a precios corrientes del segmento editorial ascendió a 1.854 mil millones de pesos, mientras que en 2017 el valor agregado aportado era de 1.660 mil millones de pesos; es decir, que este subsector pasó de representar el 30.9% de las industrias culturales en 2017 a significar un 35.9% durante 2019, siendo el segundo segmento con más importancia relativa dentro de estas industrias, después de audiovisuales, quien aporta el 54.5% de su valor.

 

Respecto a la producción de títulos y ejemplares, de acuerdo con el informe Estadísticas del Libro en Colombia, 2019, elaborado por la Cámara Colombiana del Libro (2020), durante 2019 se editaron 19.996 títulos, 7.3% menos que en 2018. De este monto, 85.4% son impresos y el 14% electrónicos; es decir, 2.792, cifra que aumentó con respecto al 2018, donde la producción de libros digitales significó el 7.3% del total (1.580 títulos). Durante 2019 fueron impresos 39.2 millones de ejemplares, 10.2% menos que los impresos en el año 2018.  Según datos del CERLALC (2018), en Colombia hay 3.8 títulos registrados por cada 10.000 habitantes, un indicador menor Chile (4.4), pero superior a Perú (2.1) y México (2)

 

Adicionalmente, a lo largo del año 2019, datos provisionales de la Cámara Colombiana del Libro (2020) sugieren que la cifra de ventas de la industria editorial alcanzó un total de $798.838 millones, un incremento del 4.7% con respecto a 2018 ($763.170 millones). En su mayoría este aumento se justifica en el alza en las ventas de material de interés general que pasó de $262.619 millones durante 2018 a $305.763 millones en 2019, es decir, una variación positiva de 16.42%. Del monto total vendido, el 32.5% obedece a libros importados, mayoritariamente de origen español, mientras que el 6.2% fueron exportaciones de producción nacional, al tiempo que el 59.8% es edición nacional, dirigida al mercado nacional, de manera que este concentra el 92.3% del total de ventas realizadas.

 

En cuanto a las ventas netas de libros electrónicos e ingresos por plataformas educativas y otros modelos de negocio, estas aumentaron un 9.6% en comparación con el año 2018, pasando de $56.303 millones a $61.694 millones. Asimismo, la comercialización a través de canales electrónicos aumentó un 25.3%. Entre los canales de comercialización sigue predominando en el país el canal tradicional, es decir, ventas directas (47%) y ventas a librerías (35.2%). En términos generales, y de acuerdo con la Cámara Colombiana del Libro, si bien las exportaciones de la industria editorial colombiana se han visto reducidas, el mercado local ha experimentado una expansión importante. Este impulso interno ha permitido un crecimiento moderado del sector en los últimos años (Dinero, 2019).

 

En Colombia, el segmento editorial (incluido agencias de noticias y otros servicios de información, aspecto que distorsiona el comportamiento real asociado al libro) generó 28.977 puestos de trabajo (entre asalariados e independientes) durante el año 2019, es decir, el 4.9% del empleo generado en las industrias creativas y culturales del país. No obstante, esta cifra viene en descenso desde el año 2016, cuando en total estaban vinculados al sector 41.894 ocupados, que para entonces representaban el 7.56% de los empleos ofertados (DANE, 2020). Ahora, si se ponen a consideración las estimaciones realizadas por la Cámara Colombiana del Libro (2020), durante 2019 el sector editorial empleó 5.783 personas, 0.5% menos que los generados en año 2018.

 

Finalmente, según la Encuesta Nacional de Lectura –ENLEC (2017), los colombianos leen al año un promedio de 5.1 libros, promedio que se eleva a 5.4 cuando se evalúan solo las cabeceras municipales y se reduce a 4.8 en el caso de los centros poblados y rural disperso. De la población encuestada, el 33% manifestó que disfruta leer, mientras que el 38% es indiferente y el 28.3% tiene claro que esta es una actividad que no disfruta, siendo las mujeres (37.4%) quienes prefieren leer en comparación con un 28.5% de los hombres.

 

Dicha encuesta también permite observar una clara preferencia por el material impreso, pues el 82% de quienes manifestaron haber leído en los últimos doce meses, expresó haber leído en soporte impreso, contra un 18% que no lo hizo; en el caso de material digital, el 29.6% indicó que no lo consumió en ese periodo de tiempo. Al respecto, de las personas que usaron algún medio digital para leer, el 64% consultó redes sociales y solo el 15.7% hizo uso de libros digitales, el porcentaje más bajo en comparación con los ocho materiales de lectura indagados. Los datos más dicientes para la industria editorial, en lo que refiere a consumo de material impreso, indican que el 51.7% de los encuestados señaló haber consumido libros (donde las mujeres, con un 55.9%, tienen mayor preferencia por este tipo de material de lectura), el 48% periódicos y el 32% revistas.

 

Cabe resaltar la labor de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas –RNBP que, bajo la dirección de la Biblioteca Nacional, ha logrado integrar el equipamiento cultural con mayor cobertura del país —1540 bibliotecas en todo el país—, y algunas políticas públicas nacionales destinadas a fortalecer la industria editorial y gráfica nacional, y a dinamizar su actividad comercial. Como señala el Sistema de Información Cultural del Mercosur –Sicsur (2016), uno de los focos de las políticas públicas impulsadas por el Estado colombiano ha sido fortalecer los hábitos de lectura y de consumo de contenidos editoriales, con lo cual se busca robustecer la actividad de los agentes involucrados en la cadena de valor y permitir su desarrollo comercial, no solo al interior del país, sino también en otros mercados. Entre estas acciones se destaca el Plan Nacional de Lectura y Escritura, cuyo objetivo es acercar a la población en general a la lectura como un hábito y como una herramienta para mejorar las oportunidades laborales, económicas y sociales (Ibid., 2016), a pesar de que los presupuestos para este tipo de inversión han variado con el paso del tiempo, y no ha representado un estímulo real para el fortalecimiento del sector editorial, fuera de la dotación directa para estos espacios. Esto, porque el modelo, una reelaboración del sistema de compras empleado por la Secretaría de Educación Pública de México, no alcanza una cifra significativa en número de títulos y ejemplares (uno por cada biblioteca) que signifique un impulso real para dinamizar la oferta y la demanda.

 

Ecosistema del sector editorial y tejido empresarial

 

Respecto al tejido empresarial y a los ecosistemas de apoyo, la mayor parte de las empresas dedicadas a las actividades editoriales en Colombia realizan exclusivamente actividades de edición (41% del total de empresas), aunque la mayoría de las ganancias la concentran las editoriales e importadoras (34% del total). Esta concentración se replica en términos geográficos, puesto que la mayoría de las empresas se encuentran en Bogotá. En el caso de las librerías, se observa que el 20% de las empresas concentra el 80% del total de empresas del país. De hecho, solamente en Bogotá se concentra el 40% del total de establecimientos (LADO B, 2018b).

 

Es importante resaltar el caso de las editoriales pequeñas y medianas. Estas corresponden a un número elevado de organizaciones que, no obstante, abarcan una baja proporción de las ganancias del sector. Sin embargo, este segmento se encuentra más integrado, es decir, el tejido empresarial es más fuerte y hay mayor flujo de información y cooperación entre las empresas.

 

Se destaca también la articulación en torno a gremios como la Cámara Colombiana del Libro o Aseuc (Asociación de Editoriales Universitarias Colombianas), por lo que la actividad adelantada por los gremios propicia la formación de tejido empresarial y la cohesión entre las empresas del sector. Sin embargo, como han señalado representantes gremiales y empresariales, en el segmento de las grandes empresas se evidencia una competencia más fuerte, específicamente en el segmento de los textos escolares, donde hay una alta demanda y competencia directa por abastecer el mercado e incentivos para abarcar mayor proporción que los competidores.

 

Política pública y marco normativo

 

La Ley del Libro (Ley 98 de diciembre 22 de 1993) es el principal aspecto normativo en el que se enmarca la actividad editorial en Colombia. Entre los objetivos de la ley se encuentran democratizar el libro, promover la producción de contenidos editoriales, ofrecer condiciones laborales propicias a los agentes relacionados con el sector editorial, fomentar el consumo de libros y promover el desarrollo de la industria local, entre otros.

 

En la formulación inicial de la ley se estableció que, entre los incentivos para la formación y consolidación de empresas editoriales se encuentra la exención del impuesto sobre la renta para las empresas editoriales cuya actividad económica sea únicamente la “edición de libros, revistas, folletos o coleccionables seriados de carácter científico o cultural”, toda vez que las actividades de edición e impresión se realicen en Colombia. No obstante, esta Ley fue modificada en el año 2016, y actualmente las empresas editoriales tributan una tasa especial del 9% (Jaramillo., 2018). Los ingresos por derechos de autor que perciben los autores y traductores de contenido científico o editorial, editado e impreso en Colombia, están en su totalidad exentos del pago del impuesto a la renta.

 

En términos de la promoción a las exportaciones y el comercio exterior de contenidos editoriales, la Ley señala que el Gobierno Nacional y las entidades pertinentes, como el Ministerio de Comercio, deberán fomentar la participación de los libros y los contenidos editoriales colombianos en ferias internacionales. Este lineamiento guarda vigencia y relevancia, y aunque los recursos han variado y en algunos casos desaparecido, los agentes del sector identifican que el apoyo de las entidades gubernamentales para la participación en plataformas de encuentro internacionales son el principal canal para promover el comercio exterior de servicios. Según la Ley en cuestión, también quedan exentos de todo gravamen las exportaciones y las importaciones de “libros, revistas, folletos o coleccionables de carácter científico o cultural editados e impresos en Colombia”.

 

Adicionalmente, entre los atributos que caracterizan a la Ley del Libro en términos de comercio exterior, se encuentran que la importación de papel destinado a la producción de libros se encuentra libre de derechos arancelarios. Análogamente, la importación de libros también se encuentra libre de gravámenes arancelarios, con lo que se busca dinamizar la cadena de producción de los bienes y servicios editoriales (Jaramillo, 2018).

 

Los incentivos de la Ley del Libro pueden complementarse con lineamientos que contemplen las tendencias digitales que han incidido sobre las dinámicas económicas del sector, y en particular sobre el comercio exterior de servicios en lo referente a los servicios de impresión. En el corto y mediano plazo es necesario estudiar cómo la Ley de Financiamiento, aprobada recientemente, puede tener un impacto colateral sobre la cadena de valor de bienes y servicios editoriales y gráficos, y en particular sobre las exportaciones del sector. Por ejemplo, según el Centro Colombiano de Derechos Reprográficos (2019), en la Ley de Financiamiento el libro permaneció con la exclusión del impuesto de valor agregado a las ventas (relevante para la sostenibilidad de las empresas editoriales) debido a la presión gremial ejercida por los agentes del sector. Adicionalmente, llama la atención el aumento del 15% al 20% del porcentaje de retención en pagos al exterior por concepto de regalías, entre las que se incluyen las regalías provenientes de la propiedad literaria, artística y científica (Ibid., 2019).

 

La Ley 1379 del 15 de enero de 2010, también llamada Ley de Bibliotecas, tiene como objetivo principal la sostenibilidad del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas del Ministerio de Cultura y la creación de buenos lectores (Cámara Colombiana del Libro, 2010). Además, de acuerdo con su Artículo 5, conserva entre sus fines estratégicos, de manera específica, el hecho de promover el desarrollo de una sociedad lectora, que utiliza para su bienestar y crecimiento la información y el conocimiento (numeral 2), así como  promover la circulación del libro y de las diversas formas de acceso a la información y el conocimiento (numeral 3), de ahí que, según lo manifestado por la Cámara Colombiana del Libro (2010), esta Ley es una apuesta por el sector editorial del país en tanto que incentiva la formación de lectores, impulsa el crecimiento del mercado y, por consiguiente, el fortalecimiento de la industria editorial.

 

La Ley 1915 del 12 de julio de 2018, por medio de la cual se modifica la Ley 23 de 1982 (Ley sobre derechos de autor) y se establecen otras disposiciones en materia de derechos de autor y derechos conexos, define los parámetros que existen en el país en pro de salvaguardar la propiedad intelectual de creaciones literarias y artísticas. Para ello, asignan derechos de exclusividad, reproducción total y parcial, distribución y mejora en términos de plazos de protección, puesto que, como se estipula en su Artículo 4, siempre que una obra artística o literaria sea propiedad de persona jurídica, el plazo o protección será de setenta años, contados a partir del final del año calendario de su primera publicación (Ley 1915, 2018); cuarenta años más que el plazo estipulado inicialmente en la Ley 23 de 1982. 1

 

En los últimos meses se han adelantado  conversaciones tendientes a establecer una ruta para la redacción de una Ley de Precio Único, que en principio debería ser un estímulo al crecimiento y fortalecimiento del tejido librero, gran ausente de las anteriores leyes, y una de las principales demandas de librerías, con el ánimo de regular las prácticas de descuentos impulsadas por algunos agentes dominantes de la cadena como editoriales, distribuidoras y plataformas de venta online que tienen estrecho vínculo con el alto precio de los libros en entornos de bajo consumo. Al igual que en Chile, si se lograra aumentar el volumen de compradores esto determinaría una mayor producción que en una economía de escalas disminuiría el precio del libro democratizando su acceso.

 

Como se puede observar, hay una serie de leyes que, de forma fragmentada, han intentado impulsar el sector editorial con diferentes resultados, pero también hay mecanismos que con el paso de los años se han ido fortaleciendo a propósito del Portafolio de Estímulos del Ministerio de Cultura o de las secretarías de Cultura e institutos como la SCRD o el Idartes, en Bogotá, u otras ciudades como Medellín y Cali que tienen planes locales de lectura y han intentado comprender las diferentes dimensiones del sector, que van desde la creación, investigación, formación, circulación y la apropiación de las artes, así como el emprendimiento.

 

Para finalizar, se menciona que Instituciones como el CERLALC han hecho recomendaciones de política pública para dinamizar la economía del sector y su desempeño en el mercado internacional, robustecer el ecosistema de apoyo del sector y para garantizar a los creadores de contenidos las ganancias por sus obras. A continuación, se resumen algunas de ellas:

 

Fortalecimiento de infraestructura tecnológica: puede lograrse a través de alianzas entre actores públicos y privados para que la inversión en herramientas tecnológicas permita el desarrollo de nuevos mercados digitales. Representantes gremiales del sector editorial resaltaron que, si bien las editoriales cuentan con plataformas tecnológicas propias para la gestión de su actividad, no se ha logrado la integración de los agentes en una plataforma común. Hacerlo permitiría un mayor flujo de información y abriría las posibilidades del trabajo conjunto entre los agentes del sector.

 

  • Promoción de modelos de negocios en los que se les garantice a los autores su participación en las ganancias producto de sus obras: el CERLALC resalta que el surgimiento de modelos de negocios digitales reconfigura la transacción de derechos de autor en el mercado internacional, por lo que es necesario desarrollar instrumentos que les asegure a los autores que se van a beneficiar de los réditos de sus obras. Lo anterior redunda no solo en el bienestar de los creadores de contenidos, sino que también permitiría contar con una medición más no sesgada del comercio internacional de derechos, pues como se mencionó en la sección anterior, estas ganancias las perciben los agentes literarios, quienes son principalmente extranjeros.
  • Desarrollo de capacidades para la negociación: adicional a los esfuerzos desde política pública encaminados al cierre de brechas de capital humano en cuestiones técnicas de creación y de producción, también es necesario estimular la formación en capacidades y habilidades de negociación y de comercialización de contenidos y servicios, particularmente de los digitales.
  • Adopción de manuales de buenas prácticas para la gestión: si bien el CERLALC hace un llamado para la adopción pública de manuales para la gestión de derechos de autor, esta recomendación puede extenderse también a otros momentos de la cadena de valor, incluida la comercialización de servicios y el establecimiento de hojas de ruta y manuales de buenas prácticas para la participación en plataformas comerciales internacionales.

 

Estrategias de internacionalización del sector

 

La posición de Colombia en el mercado internacional presenta varios matices, pues la medición de las exportaciones no considera los libros producidos por editoriales colombianas sino los libros impresos en Colombia. De esta manera, si bien se tiene información sobre el flujo comercial relacionado con los productos editoriales, el análisis no recae sobre los atributos que mayor valor agregado le otorgan a los bienes y servicios del sector, uno de los cuales corresponde a los derechos de autor. LADO B (Ibid., 2018b), resalta que no hay información suficiente sobre la compra de derechos de autor para publicar libros en Colombia, ni de su venta para la publicación de autores colombianos en el exterior.

 

Respecto a la negociación de derechos de autor en el mercado internacional, “se percibe que las editoriales de origen colombiano no han logrado consolidar estrategias comerciales para potenciar la venta de los derechos que poseen en el extranjero, bien sea por la escasa relación con agencias literarias extranjeras o por la falta de formación de los editores para suplir el papel del agente y la ausencia de una estrategia global para comercializar y visibilizar los derechos que poseen las editoriales nacionales en mercados internacionales” (Ibid., 2018). Frente a lo anterior, las brechas de capital humano capacitado en habilidades gerenciales y de bilingüismo son un cuello de botella para el desarrollo de los servicios editoriales nacionales en el mercado internacional.

 

Como señalan representantes de las empresas del sector, se ha identificado que, si bien la obra de autores colombianos tiene acogida en otros países y están siendo traducidos a varios idiomas, las agencias encargadas de la promoción y comercialización de dichas obras son extranjeras, por lo que en las cuentas de exportación no se ven reflejadas las dinámicas mercantiles de las obras literarias de autores nacionales.

 

Por otro lado, la mayoría de las empresas en las ciudades colombianas son pequeñas y no tienen visión de ampliar su participación en el mercado local ni de entrar al mercado internacional. Esto valida la alta concentración de las empresas editoriales y gráficas en la capital del país. Sin embargo, las empresas sí identifican a las ferias internacionales del libro como una potencial plataforma para acceder a otros mercados, aunque en todo caso, perciben que los costos asociados a entrar a competir en otros países superan los potenciales beneficios debido a la incertidumbre del mercado internacional. Como mecanismo para superar esta última barrera, los agentes proponen la creación de redes de conocimiento, en donde las empresas que sí realizan exportación de bienes y servicios compartan su experiencia con las empresas editoriales de las regiones. Con lo anterior, se contribuiría a disminuir la incertidumbre y el desinterés de las empresas en las regiones para entrar al mercado internacional.

 

En este sentido, y como parte de las estrategias que a nivel de país se han desarrollado para el fortalecimiento de la internacionalización en el sector editorial, vale la pena señalar que la Cámara Colombiana del Libro es el actor encargado de promocionar y habilitar espacios en mercados internacionales, por ejemplo, en ferias de libro como Frankfurt, Bolonia o Guadalajara, para dar a conocer la industria nacional. En esta dirección debe mencionarse la participación de Colombia como invitado de honor en diferentes ferias y eventos internacionales que, si bien merecen una movilización de recursos y un despliegue inmediato, pocas veces aparece dentro de un marco sostenible a mediano o largo plazo y de forma articulada.  Por supuesto, también existen acciones conjuntas entre la Cámara y otras instituciones como Procolombia para promocionar el sector en el extranjero, caso concreto la Feria del Libro en Guadalajara. Otra de estas alianzas es la que existe con la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y la operación de la librería mexicana Carlos Fuentes, quienes están diseñando una librería con el fin de exponer a todos los autores nacionales (CERLALC, 2020).

 

Finalmente, otro instrumento de apoyo a la internacionalización del sector es el Programa de traducción Reading Colombia, que fue diseñado con propósitos culturales y comerciales, para que las editoriales nacionales o extranjeras, con filial en Colombia, postulen obras de autores contemporáneos colombianos que serán sumadas al catálogo que el país ofrece a editores extranjeros (CERLALC, 2020). Este Programa es financiado en un 90% por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, mientras que la gestión y coordinación es asumida por la Cámara Colombiana del Libro, quién además financia el 10% restante. Este modelo que sigue explorando su mejor formato prioriza la traducción y aún no ha puesto su interés en el mercado potencial que habría en la misma lengua y en territorios vecinos como los de la AP, en una clara muestra de las relaciones presentes de centro periferia del país.

 

Si bien se identifican esfuerzos desde el ámbito institucional para propiciar el desarrollo de las empresas editoriales, de los hallazgos presentados en este documento surgen algunos aspectos que requieren intervenciones puntuales de política pública para fortalecer la participación en el mercado internacional. Uno de ellos es el de las brechas de capital humano del sector, específicamente en la promoción de oferta educativa de calidad que responda a las necesidades de las empresas de cara a aumentar la competitividad en el mercado internacional. Igualmente, se debe propiciar la participación de las empresas colombianas en mercados y ferias internacionales, pues son los principales puntos de encuentro con potenciales demandantes, además de fomentar la competencia en calidad de los servicios y la diversificación de los servicios a exportar, puesto que la industria nacional es competitiva en precios y eso la hace vulnerable ante el crecimiento de otras economías.

 

Comercio internacional del sector editorial

 

El comercio exterior de libros en Colombia ha presentado variaciones importantes en los últimos veinte años (LADO B, 2018b), pero particularmente durante los últimos diez años el nivel total de las exportaciones ha caído sostenidamente. Por ejemplo, las exportaciones sectoriales pasaron de USD 178,3 millones en 2008 a USD 32,4 millones en 2017, lo que representa una disminución total del 82%. No obstante, las importaciones del sector se han mantenido relativamente constantes en el mismo periodo (gráfico 5). Según datos del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), el primer periodo (1995-2005) mostró una tendencia creciente de las exportaciones; estas pasaron de USD 87.284 millones a 124.018, con un crecimiento acumulado del 42%. La segunda década (2005-2015) se caracterizó por un drástico decrecimiento, pasaron de 124.018 a USD 40.961 millones, lo que significó un decrecimiento acumulado del 67%.

 

Por el contrario, las importaciones no presentaron fuertes cambios en el periodo de análisis. Estas oscilaron alrededor de los USD 53 y 94 millones. La relación de una fuerte contracción de las exportaciones y la estabilidad de las importaciones en los últimos diez años resultó en una balanza comercial deficitaria desde 2013. Este fuerte decrecimiento en las exportaciones de la última década está explicado, principalmente, por la fuerte contracción de la demanda internacional por los servicios gráficos (impresión), que decreció en un 93% entre 2008 y 2015. Para el año 2008, las exportaciones de los impresores representaban el 44% del total de las exportaciones de libros del país (partida 4901), para 2015 esta cifra pasó a ser del 13%.

 

Gráfico 5. Evolución del comercio internacional de la industria editorial en Colombia, 2008-2018

Fuente: Elaboración propia con datos de UNESCO (2020).

Algunas de las hipótesis que explican la contracción del mercado internacional por la industria gráfica nacional apuntan a la pérdida de competitividad relativa a la oferta de China y la contracción de la demanda de países de la región como Venezuela, que fueron importantes destinos de exportación en la década anterior. En la última década, cerca del 80% de las exportaciones de libros y servicios de impresión de Colombia (partida 4901) se ha dirigido a América Latina. Sin embargo, ha habido una recomposición en la participación de los países destinatarios debido al decrecimiento de las exportaciones a Venezuela, que pasaron de USD 61 millones a 2,5 entre 2008 y 2015 (un decrecimiento acumulado de 96%).

 

Otra de las hipótesis que explican esta fuerte contracción de los impresos es la sustitución por medios digitales. Pese a esta contracción en las exportaciones, la balanza comercial de este rubro (impresiones) sigue siendo positiva, lo que implica que la industria gráfica es la principal abastecedora de servicios del mercado nacional. En cuanto al rubro de libros, en el lapso de dos años (2008-2010) se contrajeron las exportaciones casi a la mitad; y después de esta fuerte contracción han ido disminuyendo lentamente desde 2010 hasta 2015, acumulando un decrecimiento del 24% (un promedio al año para este quinquenio del 5%). A diferencia de los impresores, los editores de libros desde el año 2013 presentan un déficit en la balanza comercial que para 2015 estuvo cercana a los USD 5 millones. En cuanto al origen de las importaciones de libros, España y EE. UU. son los principales proveedores del mercado nacional.

 

El crecimiento más notable en cuanto a proveedor de libros para el mercado colombiano es el de China. Las importaciones desde el país asiático pasan de USD 2,5 a 8,3 millones en el período. Su participación relativa se triplica (de 4% a 12%). En este caso, también es de suponer que la mayor parte de estas importaciones corresponden a comercio de servicios de manufactura. Los libros provenientes de China, Hong Kong, Tailandia, Corea del Sur y Singapur son complejos de analizar, pues corresponden en parte a importaciones de servicios gráficos contratados por empresas colombianas para sus ediciones, pero también a compras de empresas colombianas a editoriales de otros países diferentes a los asiáticos que están enviando los libros directamente desde el lugar de impresión hacia Colombia. Así que, a pesar de que el origen de importación queda reportado en Asia, en realidad corresponderían a importaciones editoriales de otros países, generalmente de España.

 

En lo que respecta a las relaciones comerciales en el campo de editorial con los países pertenecientes a la Alianza del Pacifico es importante anotar que, si bien las exportaciones presentan una tendencia decreciente en términos de valor comercial (medido este en millones de dólares), con una contracción del 58% al contrastar el año 2008 con 2018, estas han ganado participación relativa a lo largo de la década, dado que en 2018 las exportaciones con destino a los países de la AP significaron el 35% del total exportado por Colombia en esta industria, catorce puntos porcentuales más que lo reportado en el año 2008 (UNESCO, 2020). En el caso de las importaciones, cuyo origen son los países de la AP, estas permanecieron relativamente constantes, mientras que la tasa de participación en el total importado no presentó una tendencia claramente definida, con importancia relativa del 16% durante 2008, logrando un punto mínimo de participación en 2015 con una tasa del 11%, para luego ascender al 19% en 2018 (UNESCO, 2020).

 

Caracterización de agentes de la cadena del libro y su rol en la circulación del libro 2

• Agentes literarios:

 

Entre sus labores se encuentra no únicamente la intermediación entre autores y editoriales mediante la venta de derechos, sino la producción de servicios y el estudio de los diferentes mercados para ampliar el panorama a nuevos públicos, labor que muchas veces se vincula con la de traducción. En Colombia, la figura del agente es muy escasa. La falta de público y, por lo tanto, de mercado especializado, hace que no sea posible que esta figura exista exclusivamente para el ámbito nacional; Andrea Montejo, fundadora de Indent Literary Agency, radicada en Nueva York, plantea que “los agentes en Colombia sí existen, solo que no están en el país”.

 

Teniendo en cuenta el punto anterior, las redes de estos actores de la cadena son muy flexibles. Sus aliados varían dependiendo de las necesidades de cada libro y en muchas ocasiones también de la nacionalidad del autor, ya que su red de contactos y su estrategia de ampliación de mercados funciona, en primer lugar, en el país nativo del autor y a partir de allí hacia otros países en su mayoría de habla hispana. En esta ecuación es fundamental tanto la trayectoria del creador como su crecimiento, proyección y pertinencia para otros mercados.

 

En los últimos meses Martín Gómez, investigador colombiano radicado en España, ha publicado apartes de un trabajo en el que demuestra el rol fundamental de estas agencias literarias. Más allá de las grandes figuras como Gabriel García Márquez, piedra angular de la literatura colombiana y del éxito de la Agencia Literaria Carmen Balcells y Álvaro Mutis, representado por la misma empresa, se cuentan autores como Juan Gabriel Vázquez, Melba Escobar, Emma Reyes, Santiago Gamboa, Pilar Quintana, Héctor Abad Faciolince, Jorge Franco, Evelio Rosero, Laura Restrepo, Fernando Vallejo y Juan Cárdenas, que son representados por agencias como: Antonia Kerrigan Agencia Literaria, Schavelzon Graham Agencia Literaria, Pontas Literary and Film Agency, Casanovas y Lynch Literary Agency, VicLit Agencia Literaria e Indent Literary Agency, entre otras, a través de las cuales han ganado un lugar en mercados extranjeros en diferente tipos de editoriales, claro está, sumado a la calidad literaria de cada uno de ellos y su trayectoria. En este orden de ideas, el principal mercado para la literatura colombiana es España, luego Estados Unidos, Francia, Brasil-Portugal y Alemania.

 

Para el caso de la Alianza del Pacífico se destaca la publicación de autores colombianos en editoriales mexicanas como: Almadía, Alfaguara y Literatura Random (ambas del grupo Penguin Random House), Fondo de Cultura Económica, Océano, Seix Barral, Sexto Piso y SM. En Chile: Amanuta, Kindberg, Edícola, Montacerdos y Cuneta. En Perú se cuentan Estruendomudo y La Travesía.

• Editoriales:

 

En Colombia se pueden encontrar diferentes tipos de organizaciones relacionadas con la industria del libro, pero se destaca la coexistencia de una producción editorial vinculada a empresas de carácter transnacional y el surgimiento de un ecosistema de un tamaño mediano y pequeño, al que se suman proyectos emergentes que dinamizan y contrastan la producción mencionada inicialmente. En cualquiera de los dos casos se deben señalar. 3

 

En el caso de las editoriales más grandes y con presencia internacional, como Penguin Random House, Planeta, Océano o el Fondo de Cultura Económica, la gran capacidad de producción hace que sus redes sean principalmente internas, y el contacto con actores ajenos muy reducido, a diferencia de las editoriales pequeñas y medianas que se mueven en un círculo de redes internacionales más pequeño y que incluye a otras editoriales del mismo tamaño. Muchos de los proyectos que surgen a raíz de este último tipo de alianzas son las coediciones y la venta de derechos, ya que el desconocimiento de catálogos, los altos costos de envío, y el esquema de venta por consignación, hacen que la compra directa sea muy difícil.

 

Cabe resaltar la importancia tanto de la curaduría especializada para la consolidación de catálogos, como el desarrollo de una estética particular por parte las editoriales pequeñas y medianas, que gracias a esto han ido ganando terreno y enmarcando un nicho cultural cada vez mayor, a pesar del reto aún existente de ampliar su presencia a territorios por fuera de las grandes ciudades.

 

La primera década del siglo XXI experimentó un movimiento que visibilizó diferentes proyectos editoriales bajo la bandera de la “independencia”, un término de uso común con diferentes alcances y significados. En principio se planteó en oposición a los grandes actores del mercado y han sustentado su pertinencia como garantía de la “bibliodiversidad”. Esta oposición entre lo comercial y lo “independiente” ha intentado poner su foco en la calidad o en aspectos de índole ideológico, debate sobre el que no nos ocuparemos, razón por la cual, para el caso colombiano y todos los demás, se prefiere señalar el tamaño del proyecto o su vigencia. Haciendo esta claridad, se explica, por ejemplo, la Red de Editoriales Independientes de Colombia –REIC (2007), que cuenta con la participación de empresas como Desde Abajo (1999), Apidama Ediciones (2002), La Carreta Editores (2004), Taller de Edición Rocca (2005), Ícono Editorial (2005), Sílaba (2009) y Diente de León (2009), entre otras. También se deben señalar otras editoriales que surgieron por la misma época y que han marcado un camino importante en la edición colombiana contemporánea como Babel Libros (2005), Tragaluz (2005), Laguna Libros (2007), Luna Libros (2008), Destiempo Libros (2009), Rey+Naranjo (2010) o eLibros (2011), exclusivamente digital y quien ha liderado procesos de coedición digital, prestación de servicios de conversión y como agregador. De manera más reciente se han fundado Himpar Editores (2012), Mirabilia (2014), Poklonka (2014), Animal Extinto Editorial (2015), Editorial Monigote (2015), Caballito de Acero Editorial (2017) o Ediciones Vestigio (2018) que combinan la publicación de nuevos nombres locales, las traducciones de otras lenguas y géneros como la ciencia ficción y nuevas tendencias.

 

Merece una mención especial el trabajo que se ha venido haciendo desde la Literatura Infantil y Juvenil gracias al trabajo de María Osorio, directora de Babel Libros, ganadora de un New Horizon, un BOP (distinciones de la Feria Internacional del Libro de Bolonia) y el Mérito Editorial que entrega la FIL de Guadalajara. Si bien los primeros ejemplos de este tipo de publicaciones, más allá de los libros de texto y educativos se remontan a empresas como Norma o Carlos Valencia Editores (1975-1991), esta nueva etapa suma apuestas como las de Gato Malo (2005), Tragaluz, Rey+Naranjo y Cataplum (2016), que han merecido el reconocimiento internacional.

 

También es necesario señalar el posicionamiento de la edición en la ciudad de Medellín, sede de iniciativas como Tragaluz, Sílaba, La Carreta Editores, Los libros del Fuego (2013), Mesa Estándar (2014) y Angosta Editores (2016), como ejemplo de descentralización a nivel nacional.

• Distribuidores:

 

Una de sus principales ventajas de Colombia es su ubicación geográfica que le permite funcionar como nodo entre los cuatro países de la AP.  Los actores del libro son los que más relaciones tienen con sus pares de los otros países de la Alianza, así como a nivel internacional, y ocupan un segundo lugar como destino comercial después de México. Este es un mercado con un comercio internacional dinámico, favorecido en un principio por unos servicios de impresión competitivos para la región, lo que dejó canales de comercialización del libro estables, asociados a distribuidoras grandes, tradicionales que tienen unas redes de comercio consolidadas por más de dos décadas, que se caracterizan por ser importadoras de los sectores didácticos (texto escolar e infantil), universitario y de interés general. Algunos ejemplos son Plaza y Janes Editores, Grupo Penta Distribuidores, Panamericana, Océano, Ediciones Monserrate.

 

Por otro lado, la figura de estos actores en Colombia está íntimamente ligada a las actividades de edición y a la venta de libros (librerías), en la mayoría de las ocasiones es llevada a cabo por actores con roles mixtos; su especialización en la distribución surge, en la mayoría de los casos, por la necesidad de suplir las labores de logística y la intermediación mercantil entre la editorial y las librerías. La realización de estas tareas, señalan las empresas entrevistadas, garantiza la disminución de pérdidas de los ejemplares, el cumplimiento en los cortes y los pagos correspondientes por parte de las librerías y la gestión de la promoción y mercadeo en los canales de venta.  En este segmento si bien están las trasnacionales, que distribuyen su catálogo, se caracteriza por la presencia de medianos y pequeños editores-distribuidores como Rey Naranjo, Babel libros, Ícono Editorial (con la distribuidora Códice), que han complementado su oferta editorial con sellos extranjeros que dialogan y nutren la diversidad de la oferta local.

 

Respecto a las dificultades que enfrentan estos agentes, el mayor reto al establecer redes internacionales son los altos costos aduaneros y de transporte. Al respecto destacan que los libros llegan por vía marítima a los puertos, que están lejos de Bogotá y el transporte interno, así como la malla vial es insuficiente. Por otro lado, la constante devaluación de la moneda es un factor adicional que ha incrementado el riesgo de las negociaciones de las distribuidoras con las editoriales extranjeras, lo que también ha generado ajustes frecuentes en los precios de los títulos en el mercado interno. Finalmente, los entrevistados señalan, que las coyunturas de los últimos tres años relacionados con los paros nacionales y la pandemia han tenido un impacto directo en los costos del transporte, así como en la reducción de los ingresos de la población, una combinación de factores que pone en riesgo la compra de libros.

 

Por otro lado, en Colombia el principal canal de venta son las librerías, tanto las cadenas como Panamericana y la Librería Nacional, que logran una distribución a nivel nacional, así como las librerías “independientes” de las ciudades principales, a las que distribuidoras como Grupo Penta Distribuidores consideran “héroes porque crean su concepto de negocio por su pasión por el libro”.  La importancia de este canal es también producto de las escasas compras públicas de libros que se realizan en el país, que, en contraste con Chile o México, por ejemplo, no constituyen una fuente de ingresos para la sostenibilidad de las distribuidoras.

 

Ante las dificultades señaladas anteriormente, las distribuidoras de mediano y pequeño tamaño han optado por generar modelos alternativos, por ejemplo, incrementar la compra de derechos, las condiciones y la impresión local para obviar las importaciones y así disminuir los costos y poder ofrecer precios más competitivos en el mercado local. En la generación de este tipo de acciones se destaca Siglo del Hombre Editores (1992), con especialización en libros de las ciencias sociales y literatura; Babel Libros que, además de editorial, distribuye sellos de LIJ de España y Latinoamérica; Rey Naranjo que hace lo propio con libros ilustrados y novela gráfica y obtenido la representación de sellos que complementan su oferta editorial. Cabe resaltar que en los tres casos son editoras-distribuidoras.

 

Otra de las funciones que desempeñan los distribuidores es la selección de catálogos a partir de la comprensión del mercado de cada librería, por lo que el proceso de elección incluye un estudio previo de las necesidades específicas de cada involucrado, como sucede en el caso de La Diligencia, fundada por las editoriales La Silueta, Laguna Libros, Luna Libros y El Peregrino Ediciones, que busca el contacto directo y personalizado con las librerías y editoriales, en el mercado interno y en Ferias Internacionales.  En esta línea está la iniciativa de la ACLI que distribuye sellos editoriales y libros independientes, con el objetivo de diversificar las opciones literarias en el país. En cuanto a la distribución de editoriales pequeñas, el colectivo Huracán, que tiene su origen en una editorial como Animal Extinto, es una iniciativa reciente que agrupa a editoriales independientes de pequeño tamaño del país.  Finalmente, en cuanto al entorno digital, además de eLibros, se destaca Make Make, que inaugura un modelo de distribución especializado en LIJ como plataforma que presta servicios a bibliotecas, diferentes instituciones y a lectores particulares.

• Librerías:

 

El tejido librero en Colombia, si bien presenta muchas coincidencias en las dificultades de los otros países de la AP, tiene unas particularidades que merecen ser enunciadas. Una población que supera los cincuenta millones de habitantes la hace el segundo mercado de la AP, después de México. Sus características geográficas son complejas y sumado a lógicas centralistas replica la tendencia de concentración de la producción y oferta editorial en Bogotá, su capital. A pesar de esto, cuenta con una serie de actores reconocibles para esta investigación: librerías de cadena y librerías “independientes” de mediano y pequeño tamaño, que han generado cobertura nacional. De la misma forma, hay una composición del ecosistema que, a pesar de ciertos comportamientos, puede considerarse estable y unas instituciones públicas y privadas que a lo largo de los últimos quince años han transitado una ruta donde se ha reconocido la importancia de las librerías dentro de la cadena del libro y la necesidad de fortalecer su papel como dinamizador y promotor de la lectura.

 

El principal canal de venta de libros en Colombia son las cadenas de librerías generalistas como Panamericana y Librería Nacional, referentes claros en el mercado que, además de décadas de experiencia y su solidez económica, siguen un modelo estándar para la región: sucursales en las principales ciudades del país; ubicación en zonas de alto tráfico o centros comerciales a través de locales propios; una muestra general y de novedades con presencia  dominante de editoriales transnacionales como PRH y Planeta, que los hace agentes indispensables para la industria. Las librerías de menor escala, por su parte, tienen comportamientos similares entre sí: un ejercicio de curaduría que apunta a públicos específicos como el infantil y juvenil, o que tienen su foco en la literatura o las ciencias sociales; un modelo de negocio en el que hay otro tipo de oferta: venta de café, vinos, cerveza, discos, etc.; vinculación directa o afinidad con proyectos editoriales independientes; presencia barrial o cercana a universidades, en espacios generalmente alquilados; un equipo de trabajo reducido donde el dueño de la librería asume diferentes roles, etc. A pesar de estas líneas comunes, también hay un diferencial en el tipo de capitales (económicos, sociales y culturales) con los que cuentan, pero en los que hay una sintonía que los identifica y ha permitido procesos de interacción relativamente fluidos.

 

En este sentido cabe mencionar que este tipo de librerías han ganado visibilidad, gracias a la existencia de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes —ACLI, que, si bien no incluye a todas aquellas que se reconocen como independientes, ha logrado un nivel de interlocución y posicionamiento con instancias gubernamentales como el Ministerio de Cultura, el Instituto Distrital de las Artes, Idartes o gremiales como la Cámara Colombiana del Libro. Esta organización parte de la vinculación en 2007 de una serie de libreros que, motivados por las discusiones del I Congreso Internacional de Libreros organizado por el CERLALC en el marco de Bogotá, Capital Mundial del Libro, que hizo claro el interés por parte de diferentes instituciones y empresas del sector de la necesidad de fortalecer los procesos de formación y asociatividad entre libreros. Esta formalización y estructuración de un bloque visible ha permitido el desarrollo de proyectos como las librerías itinerantes en localidades de Bogotá y otras regiones del país; la apertura de espacios no convencionales para la venta del libro; la inclusión de programas dedicados al fortalecimiento de la actividad cultural en librerías y procesos de formación de libreros dentro de los portafolios de estímulos de entidades nacionales, distritales, municipales; estrategias de integración internacional como la Ruta Iberoamericana del Libro que, durante algunos años, acercó a editores y libreros independientes de países como Argentina, Ecuador, México o Chile a las dinámicas locales con la intención de establecer o estrechar vínculos que permitieran el intercambio permanente entre los agentes de estos países; o su más reciente iniciativa que es el piloto de una Escuela de Libreros. Librerías como Lerner, Casa Tomada, Wilborada 1047, Prólogo, Babel, Santo y seña, La valija de fuego, Garabato, Hojas de Parra, Matorral o Libros Mr. Fox son algunos de los espacios destacados en Bogotá.

 

En relación con la cobertura a nivel nacional se debe destacar el crecimiento de la oferta de librerías en Medellín, consecuencia de diferentes procesos que han tenido a la lectura y el libro como dinamizador social y agente de cambio: la Fiesta de la lectura, su red de bibliotecas y otros proyectos de promoción de lectura, son muestra de esto y ha permitido que iniciativas como Grámmata, Antimateria o Buks, además de las librerías ya tradicionales, tengan un lugar dentro del panorama local y nacional. En el caso de Grámmata, Wilson Mendoza ha desarrollado un modelo de curaduría a la medida de las necesidades de sus clientes, en las que se destaca la importación de material de diferentes orígenes y la consolidación de fondos extranjeros gracias a la participación de países como Chile en la Fiesta de la lectura. Antimateria, por su parte, entendió la necesidad de construir una oferta que tiene a la novela gráfica, el cómic y el libro ilustrado como eje, apuesta que dialoga con el trabajo de editoriales como Tragaluz o eventos como Entreviñetas cuya labor de construcción de públicos se integra de forma orgánica. Buks, la librería de más reciente aparición, combina una estrategia de comunicación clara y efectiva que dialoga con un público general y que utiliza la inteligencia de mercado y la interpretación de datos que arrojan las plataformas de redes sociales como insumo para su quehacer con resultados comerciales muy llamativos para todo el sector.

 

Otro factor que resulta muy diciente respecto al funcionamiento de las librerías que se reconocen como independientes fue la buena respuesta ante las dificultades que trajo la pandemia. Al contrario del pesimismo que se vivió en el primer semestre de 2020, estas librerías lograron ponerse al día en el manejo de las herramientas tecnológicas que les permitió mantener el diálogo con sus públicos, comunidades y nuevos lectores, hecho que se reflejó en un repunte en las ventas durante el confinamiento y una afluencia a los espacios nunca vista, una vez las restricciones se fueron flexibilizando. Ahora, este salto hacia el uso de la tecnología como mediadora de la compra de libros también benefició a plataformas como Buscalibre y Amazon, que son alternativas válidas para muchos compradores, no así para el tejido librero independiente que más allá de “lo digital”, resiente un desequilibrio en la lógica de descuentos que puede experimentarse en estos espacios.

Lo anterior motivó, nuevamente, el reclamo, por parte del sector librero, de una Ley de precio fijo, o para mayor precisión: un instrumento de regulación de descuentos que sea común para todos los agentes de la cadena. El resultado fue el desarrollo de una serie de mesas de trabajo en la que participaron algunos de los protagonistas del ecosistema del libro e instituciones como el Ministerio de Cultura, la Cámara Colombiana del Libro y el CERLALC, reuniones que como surgieron fueron suspendidas. Esto, más allá de los intereses propios de cada eslabón de la cadena, conlleva la necesidad de estudiar toda la legislación que hay alrededor del libro y la lectura como instrumento que permita el fortalecimiento del sector en relación directa con cada uno de sus agentes y el lector. Una tarea pendiente que en el marco de las reflexiones alrededor de la Alianza del Pacífico sería oportuna y edificante.

• Ferias del libro:

 

La Feria Internacional del Libro de Bogotá es, con claridad, el evento más relevante en la agenda editorial colombiana y, paulatinamente, se ha convertido en un referente en el circuito internacional de las ferias. Es, además uno de los eventos culturales con mayor asistencia en todo el país y un escenario primordial para la exhibición, comercialización y consumo del libro en Colombia. A este evento se suman también las ferias que se han empezado a realizar en ciudades como Medellín, Cali, Barranquilla o Bucaramanga que, si bien activan un consumo, señalan la inexistencia de un tejido librero a nivel nacional.

 

Uno de los ejes principales de la FILBO ha sido la presencia de invitados de honor que, siguiendo el modelo impuesto por Guadalajara, hace un despliegue no solo bibliográfico de la cultura de los países participantes. En este sentido, se ha contado con la participación de México (1993 y 2009), Chile (2007) y Perú (2014).

 

Con respecto a las redes entre editoriales a nivel internacional, uno de los principales puntos de interacción son las ferias del libro internacionales (Frankfurt, Bolonia y Guadalajara), fundamentales para hacer sinergias, acuerdos y encontrar espacios de colaboración. Las relaciones que se entablan es estos lugares les permiten a las editoriales pequeñas y medianas llevar los libros al extranjero sorteando los altos costos de envío que hacen prácticamente imposible tener presencia en librerías y en espacios internacionales, gracias al transporte de los ejemplares en el equipaje personal o de conocidos. Sin embargo, a pesar de la importancia de las ferias para la expansión del mercado principalmente independiente, la presencia en estas depende en muchas ocasiones de estímulos públicos, ya que los altos costos de transporte y la estadía no son sustentables sin una ayuda externa para muchas editoriales.

 

Otra modalidad que hay que tener en cuenta es la de los festivales literarios, especialmente el Hay Festival, que tuvo su primera sede en Cartagena (2007) y que se expandió a Arequipa (2015) y Querétaro (2016). Este modelo que va más allá de la venta de libro propone una socialización de temas y autores a través de estrategias como el Bogotá 39, que en sus dos ediciones (2007 y 2017) ha llamado la atención sobre autores colombianos que se han ido consolidando internacionalmente como Juan Gabriel Vásquez, Pilar Quintana, Ricardo Silva y Antonio Ungar, de la primera camada; y Giuseppe Caputo y Juan Cárdenas de la segunda, que comparten vitrina con otros escritores provenientes de la AP como Emiliano Monge, Valeria Luiselli, Eduardo Rabasa, de México; Claudia Ulloa de Perú y Diego Zúñiga de Chile.

1 En lo que respecta a penas y sanciones por delitos cometidos en contra de los derechos de autor, la Ley 1032 del 22 de junio de 2006 modifica los artículos 257, 271, 272 y 306 del Código Penal y dispone, según su Artículo 271, que se incurrirá en prisión de cuatro (4) a ocho (8) años y multa de veintiséis punto sesenta y seis (26.66) a mil (1.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes quien, salvo las excepciones previstas en la ley, cometa el delito de violar los derechos patrimoniales de autor y derechos conexos.

 

2 A partir de las entrevistas a diferentes agentes de la cadena editorial (diecinueve en total, algunos mixtos) se evidenciaron los roles y problemáticas del ecosistema a partir de las actividades y redes de los agentes. Aspectos como el papel determinante del Estado en el desarrollo económico del sector y en la presencia internacional de los diferentes agentes de pequeño y mediano tamaño, la centralización de la oferta editorial en grandes ciudades especialmente en Bogotá, y las relaciones colaborativas comerciales basadas en las relaciones individuales explican el panorama del sector editorial que durante la pandemia ha tenido que adaptarse y flexibilizarse para sobrevivir.

 

3 En cuanto a las dimensiones y alcances de los proyectos editoriales de origen colombiano, un caso que merece una mirada especial tiene que ver con El grupo editorial Norma (1960), empresa que llegó a ocupar un lugar protagónico en Iberoamérica, pero que desde 2011 concentró sus esfuerzos en las soluciones educativas, clausurando uno de los principales canales de circulación de autores y libros colombianos en toda Iberoamérica. Otra empresa que merece un análisis detallado es Panamericana (1964) que, si bien surgió como librería papelería, tiene una línea editorial robusta y también inversiones en el rubro de la impresión, así como presencia en México y Perú donde está en proceso de reestructuración.

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